Los legados del Porfiriato

AutorSilvia Isabel Gámez

El poeta Salvador Díaz Mirón escribe el 1 de febrero de 1911 al Presidente Porfirio Díaz, de quien se declara "adicto en sumo grado", rogándole su ayuda. Considera injusta su reclusión en la Cárcel de Belén tras un enfrentamiento con Juan Chapital, que le costó el cargo de diputado.

Once días después, le manda otra carta donde ofrece luchar contra la "insensata e infame revuelta": la Revolución. "El humilde autor de estos renglones solicita posibilidad y encargo de ir a pelear por la conveniencia del país y por el decoro del gobierno".

Según el historiador Moisés González Navarro, a principios del siglo XX recibía subsidios del Estado el 70 por ciento de los intelectuales.

El poeta y ensayista Vicente Quirarte asegura que el propio Díaz "palomeaba" a los escritores que debían tener su charola de diputado, como Manuel Gutiérrez Nájera, Jesús E. Valenzuela, Guillermo Prieto y el propio Díaz Mirón.

Otros autores ocupaban puestos en el gobierno o ejercían tareas diplomáticas: Amado Nervo, Ángel de Campo Micrós, Federico Gamboa, Luis G. Urbina...

El mecenazgo público es uno de los legados del porfiriato, un régimen donde la mayoría de los intelectuales y artistas evitó oponerse a Díaz.

Los escritores ocupaban un lugar social contradictorio, escribe la investigadora Claudia López Pedroza: pertenecían a la clase cultivada, pero no formaban parte de la oligarquía.

Esta ambigüedad los obligó, agrega, a practicar un patriotismo burocrático, a profesar el apoliticismo y a optar por el papel de funcionario elegante o de decadente subsidiado.

En el porfiriato surge la crónica como género literario, destaca Quirarte. Urbina ilumina las miserias de la progresista Ciudad de México, Micrós vaticina el estallido de la Revolución, y El Demócrata publica en entregas Tomóchic, de Heriberto Frías, el relato de la represión del Ejército contra una población indígena. Pero la mayoría de los cronistas, indica López Pedroza, está obligada a escribir sobre la estabilidad social del país.

Quirarte suscribe las palabras del español Manuel Prendes Guardiola sobre los autores del porfiriato, quienes no esquivaron, afirma, los temas de la injusticia social y la corrupción política y administrativa: "Sólo que jamás apuntan al levantamiento social como solución ni cuestionan la legitimidad de quien ocupaba la silla presidencial".

Es la época, dice el investigador de la UNAM Miguel Ángel Castro, en que los periódicos publican novelas de folletín, como El bachiller, de Amado...

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