Más allá del Mundial

AutorAlberto Armendáriz

CORRESPONSAL

RIO DE JANEIRO.- "Imagina na Copa" era la muletilla que los brasileños repetían una y otra vez en los últimos años cada vez que, con resignación, enfrentaban las cotidianas fallas en el funcionamiento de este gigante sudamericano que aspira a convertirse en potencia internacional.

Hoy, con el Mundial de Futbol a la vuelta de la esquina, ya no hace falta recurrir a la imaginación para constatar que los problemas en el transporte urbano, los aeropuertos y la infraestructura general persisten pese al "milagro" económico que vivió Brasil en la última década.

En el bus que la lleva de su humilde hogar en el suburbio carioca de Duque de Caxias, en la empobrecida Zona Norte de Río de Janeiro, hasta el elegante barrio de Leblon, en la turística Zona Sur, donde trabaja como empleada de limpieza de un hotel, Heloisa Tavares, de 34 años, imaginaba que la Copa le cambiaría la vida así como consagraría la transformación de Brasil.

Cuatro años atrás convenció a su marido, Gustavo, obrero de construcción, para que dejara sus quehaceres de ama de casa y la atención de sus dos hijos, María, de 12 años, y Víctor de 10, y buscara un empleo fuera del hogar.

"Quería ganar mi propio dinero, poder cambiar de casa, comprarnos una televisión más grande, irnos de vacaciones a alguna playa de Bahía... y lo logré, pero ahora estamos con muchas deudas; gran parte del dinero que gano lo utilizo para pagar a una vecina que cuida a mis niños, y yo apenas los veo.

"Como el tránsito está terrible, demoro dos horas en el camino de casa al trabajo y cuando llego estoy agotada, al igual que mi marido", comenta Tavares.

Ni bien empezó a trabajar en el hotel, inició un curso de inglés brindado a través de su sindicato, para entrenar a los empleados para recibir a los miles de turistas extranjeros que se espera lleguen al país durante el Mundial, del 12 de junio al 13 de julio. Tavares estaba entusiasmada.

Por la noche, llegaba a su casa justo a tiempo para ver la telenovela Avenida Brasil y se imaginaba como uno de los personajes de suburbio que consiguieron ascender gracias al crecimiento económico y los planes sociales durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010).

"Hasta me compré una bolsa imitación de Michael Kors, como la de Carminha, soñando algún día tener una genuina", apunta, en referencia a una de las protagonistas de la popular novela de TV Globo.

En los años de Lula se generaron 15 millones de puestos de trabajo, 27.9 millones de los 200 millones de habitantes que tiene Brasil salieron de la pobreza, y 35.7 millones pasaron a engrosar la "nueva clase media".

En este país de profundas desigualdades sociales, en 2003 el 49.4 por ciento de los brasileños se consideraba de clase media, mientras que hoy se siente así casi el 53 por ciento.

Es gente deseosa de seguir subiendo en la escala social, principalmente a través de un mayor poder adquisitivo, pero que también reclama mejores condiciones de vida en general.

Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada a Brasil. Debido a la crisis internacional, la economía dejó de expandirse al ritmo de 7.5 por ciento con el que creció en 2010, el último año de Lula en el poder. Cuando el fundador del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) traspasó el mando del país a su ahijada política y ex jefa de gabinete, Dilma Rousseff, el ambiente externo ya había cambiado. China había comenzado a comprar menos materias primas brasileñas, principalmente hierro y soja.

El gobierno de Rousseff, enfrascado en una lucha contra la corrupción interna que le ganó los primeros aplausos de la población, fue lento en reaccionar, en realizar modificaciones para volver más competitiva la economía de Brasil. En cambio, decidió poner todas las fichas en mantener vivo el consumo de su mercado interno con subsidios a las empresas y créditos a...

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