La magia deTehuacán

AutorIrma Aguilar

Fotos: REFORMA / Marco A. Sotomayor

El sueño del rescate del amaranto nació cuando Raúl Hernández Garciadiego y Gisela Herrerías Guerra estaban por graduarse, él de filosofía en la Universidad Iberoamericana y ella de pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e iniciaban un nuevo proyecto de vida en el que anhelaban hacer un trabajo comunitario.

La idea de la pareja por estudiar la región poblana surgió del cuestionamiento filosófico de cómo sería el centro de origen de la biodiversidad alimenticia del pueblo mexicano, y gracias a los descubrimientos de otro inquieto como ellos, el canadiense Richard McNeish.

La relación de este investigador con el pequeño valle, cuya longitud es de 56 kilómetros y que no sólo está en Puebla, sino se extiende hasta Teotitlán, Oaxaca, inició en los años 60. ¿Su obsesión?. Encontrar el origen de la civilización mesoamericana.

"Fue exactamente en esa época, hace 23 años, cuando escuché por primera vez de la magia de Tehuacán", recuerda el investigador, administrador del programa, Alternativas y Procesos de Participación Social A.C, al que pertenece un equipo de 160 personas y se benefician 150 mil.

Al comenzar a estudiar el amaranto, efectivamente encontraron que era enigmático, que poseía un cierto misterio detrás del aspecto desolado de su cultivo, del que la gente estaba emigrando y abandonando sus raíces.

"Era una tristeza verlo desfallecer. Era tan irónico, pues era origen de vida. Fue cuna de la agricultura de riego de Mesoamérica hace 10 mil años. Había tanta agua, que en el año 750 a.C. se construyó una presa monumental", comenta reflexivo Raúl, reforzando que la evidencia se encuentra en los vestigios encontrados en toda la región.

Luego de olvidarse de Oaxaca -su primera opción para hacer la investigación y el rescate-, idearon la manera de regresar a la región poblana la riqueza que le permitió heredar al mundo no sólo el amaranto, sino también el aguacate, el maíz, el chile, el guaje -una especie de calabaza alargada de base ancha-, la chía, el frijol, haba y zapote.

"Al llegar encontramos que el amaranto había desaparecido y los demás se cultivaban en pequeña escala. La situación era desesperada, pues siete de cada diez cosechas se perdían. El primer paso fue buscar cultivos alternativos que se dieran exitosamente y así nos topamos con él", dice Gisela.

Tres años después comenzaron a promover el cultivo, y con la ayuda de diversas organizaciones campesinas, algunas instituciones públicas y el apoyo de la Fundación Ford, en 1985 iniciaron una investigación denominada El Agua como Recurso Escaso, que ocho años después...

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