Martí Soler: Una vida con el Fondo

AutorYanireth Israde

FOTOS: JORGE DELGADO

Creció entre palabras, oculta la cara en los libros de la biblioteca paterna mientras España libraba una guerra que lo expulsó del terruño.

Octogenario ya, el editor catalán Martí Soler crece aún entre libros, y en una biblioteca: la del Fondo de Cultura Económica (FCE), editorial que nació, como él, en 1934.

Dispone para trabajar de un escritorio en una esquina soleada, donde la edad no lo alcanza, ocupado como está, divirtiéndose, por ejemplo, en la caza de errores.

"Desde hace años y años que trabajo con libros, y seguir trabajando con libros es siempre una ocasión no sólo de trabajo, sino también de diversión", dice Soler, un hombre que pule el lenguaje como si escribiera mientras habla, con acotaciones, cuidado en las concordancias, pausas que atienden a la respiración gramatical.

"Una de las diversiones de todo editor, corrector de estilo, etcétera, es encontrar las fallas que pueda tener un libro".

-¿No le dan dolor de cabeza?

-Al contrario: me da mucho gusto que mi experiencia pueda servir para que un libro salga mejor, y es no sólo una diversión, sino una satisfacción poder ayudar a que un libro llegue al lector de la mejor manera posible. Creo que si tengo tantos años en la tarea es por eso. De ninguna manera me cansa. Acabo de hacer un índice analítico; todo mundo me pregunta que cómo soporto hacer un índice analítico, pero no sólo es parte del trabajo, sino de hacer que un libro tenga todos los elementos para que el lector comparta la obra del autor.

Su afecto por los libros (siempre sostenía uno bajo el brazo) provocó que sus compañeros lo "chotearan" durante los años de secundaria y preparatoria en México, país al que llegó a los 13 años.

-En esa época, uno podía leer más porque no andaba en coche, sino en el tranvía o en el camión, así que aprovechaba todos los momentos para leer -recuerda.

Aunque salió de España con su familia en 1939, sólo su padre pudo llegar a México, porque los separaron en la frontera de Francia. El niño Martí, su madre y su hermana retornaron a Barcelona, donde él devoró más libros (esta vez de la biblioteca pública), se escabulló de la

Falange, organización fascista que reclutaba jóvenes, y se ocultó de la Iglesia católica porque no estaba bautizado, un delito además de un pecado en el régimen franquista.

La familia no pudo reunirse en México hasta 1947.

-¿Leía en lugar de jugar?

-Desde luego que también jugaba, y en ese sentido nunca me ha parecido que jugar sea perder el tiempo...

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