Mil que sueñan con ser policías ( I )

AutorLuis Alegre

REFORMA / MEXICO

Enviado fotos: Julio Candelaria

SAN LUIS POTOSI.- La verdad es que en la Escuela de la Policía Federal Preventiva (PFP) no se la pasan corriendo, ni hacen rapel -no hay dónde practicarlo- y tampoco hay perros que cargar. "Con el hambre que tenemos, si hubiera perros nos los comíamos", bromea Manuel, uno de los casi mil cadetes que desde noviembre pasado llegó aquí.

Uno de los anuncios televisivos de la PFP mostraba exactamente esa versión: cadetes que corren, ejercicios de rapel y otros que escalan mientras cargan un perro en la espalda. Cuando en su día franco, en la televisión de alguna fonda de esta capital los cadetes ven el anuncio se sorprenden. Los jóvenes que se observan no se les parecen, de hecho son Policías Militares que se sumaron a la PFP. Tampoco la Escuela es familiar, ya que la que sale en el promocional es el campo militar de las Fuerzas Federales de Apoyo, en el Estado de México.

De cualquier manera, algunos cadetes imaginan que así lucirán pronto; otros, sólo sonríen y menean la cabeza. Por ejemplo, Manuel no se molesta porque la tele muestre a otros como si fueran ellos. Piensa, eso sí, que el anuncio causaría mayor impacto si dijera: "Aquí estamos preparando policías más cabrones que bonitos".

En contraste con "Gonzalo", el "cadete" de tez blanca que aparece en el anuncio, aquí casi todos los cadetes son morenos, hijos de familias de clase media baja. El promedio de edad debe ser entre los 22 y 24 años y gran parte de ellos rondan el metro setenta de estatura. A diferencia de otras corporaciones, aquí todos terminaron al menos la preparatoria.

Los menos terminaron la carrera. Entre estos, se cuentan abogados, ingenieros, veterinarios y hasta un filósofo.

Lo primero que los hizo iguales fue estar pelones. El reglamento señala corte a rapa y cada semana hay que sentarse en el sillón del peluquero.

Las diferencias más notorias están en su pasado, en la historia que termina el día que llegaron aquí. Hay quienes dejaron un empleo seguro, como Martín, quien hasta una semana antes atendía a los animales de un rancho como correspondía a su título de médico veterinario. Camilo, pasante de Derecho, ya se había hecho de un pequeño capital trabajando en un despacho de abogados.

Algunos más abandonaron el negocio familiar; Marco y Federico Montes trabajaban en un deshuesadero de autos propiedad de su padre.

"Es que siempre quisimos ser policías", me explica Marco, en el cuarto que comparte con otros tres cadetes.

Los más explican sin muchos argumentos ni vehemencia que había llegado el momento de arriesgar y por lo mismo, dejaron de repartir pizzas, de arreglar refrigeradores, de atender un mostrador, de dar clases para alumnos reprobados.

Para otros no resulta nueva la vida en un cuartel. Casi 50 de los cadetes pasaron antes por la milicia. Son egresados y ex alumnos del Heroico Colegio Militar, de la Escuela Naval y de la del Aire. Cuauhtémoc, por ejemplo, estudiaba para Médico Militar, pero no pudo con las materias y terminó por darse de baja. Antes de entrar a la PFP, laboraba en una farmacia.

También están en la Escuela algunos ex policías...

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