El mito revolucionario

AutorCarlos Antonio Aguirre Rojas

Si observamos la historia reciente de México desde una perspectiva histórica de larga duración1 y si nos concentramos en la estructura general de la singular memoria nacional de nuestro país, podremos darnos cuenta de que esta memoria se ha conformado -en las estructuras básicas y fundantes de su arquitectura general- superponiendo dos planos centrales que se acoplan y refuerzan mutuamente, y en torno de los cuales giran el resto de los elementos y partes constitutivas de esta misma memoria dominante.

Dos planos centrales superpuestos que son, en primer lugar, el mito de nuestra independencia nacional frente al imperio español, que en esta versión funda la nación mexicana y que, emancipándose de esa dominación española de casi tres siglos, daría origen a la historia moderna y contemporánea de México. Y en segundo lugar, el mito de la Revolución Mexicana de principios del siglo XX, movimiento que al mismo tiempo que refrenda y reactualiza nuestra independencia y soberanía como nación frente a las presiones y a las influencias de las potencias y de los capitales extranjeros, permite a México dar el gran paso hacia su "modernización" y hacia su transformación en un país que, de pleno derecho y supuestamente en igualdad de condiciones, se integra orgánicamente dentro del más contemporáneo concierto de las "naciones civilizadas".

Ambos mitos centrales, constitutivos de la identidad nacional, que las clases hegemónicas han impuesto como dominantes en nuestro país a lo largo de todo el siglo XX, a los que en ocasiones se agregan -con mayor o menor rango y de manera a veces más armónica y sencilla y a veces más conflictiva y difícil- la gesta de las guerras y las leyes de la reforma juarista, o la obra de algunos presidentes mexicanos del siglo XX como Lázaro Cárdenas, pero también ciertos sucesos fundamentales como el reciente movimiento estudiantil popular de 1968. Con lo cual, y gravitando en torno de estos dos procesos centrales de la Independencia mexicana y de la Revolución Mexicana, es que van a constituirse esas fechas, lugares, tradiciones, ritos, textos y conjunto de héroes y villanos que pueblan de distintas maneras nuestra actual memoria mexicana.

Pero, como lo han señalado varios de los analistas de la memoria colectiva, esta memoria se define tanto por lo que afirma, consagra y propone conmemorar como también por lo que niega, omite, margina o condena explícitamente. Y del mismo modo en que no existe el día sin la noche, tampoco hay memoria sin olvido, lo que nos permite comenzar a reubicar y a recontextualizar desde una perspectiva más amplia, y al mismo tiempo crítica, a estas estructuras generales y fundantes de la actual memoria nacional mexicana.

Así...

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