Humberto Musacchio / Videos, caníbales y reflejos lentos

AutorHumberto Musacchio

Andrés Manuel López Obrador no es monedita de oro. No lo es hoy, cuando lo alcanzan las llamas del escándalo, pero tampoco lo era antes del festival de video político. Era esperable que su popularidad disgustara a sus malquerientes y que tanto él como sus colaboradores tuvieran presente que se les seguía el paso en espera de traspiés.

Ante cada insinuación sobre sus aspiraciones presidenciales, López Obrador pedía que lo dieran por muerto. Ahora lo está y no lo acepta. Quienes cortaron de tajo su carrera fueron no las personas que grabaron los videos de su desgracia, sino quienes aparecen en ellos: dos de sus más cercanos colaboradores. Uno era el ocupante de la Secretaría de Finanzas, Gustavo Ponce Meléndez, y otro, el hasta hace unos días líder de la Asamblea Legislativa y desde mucho antes operador político del jefe de Gobierno.

Hace unas semanas, cuando se difundió que su chofer ganaba más de 60 mil pesos mensuales, la primera respuesta de López Obrador fue que el hombre trabajaba de cuatro de la mañana a once de la noche, como si eso justificara un ingreso de tal magnitud para quien conduce el modesto Tsuru del jefe de Gobierno. Tuvo que ser un colaborador, horas más tarde, quien aclarara que el señor del volante era en realidad el coordinador de Apoyo Logístico, cargo que está en el organigrama e implica responsabilidades mayores que las de un simple auriga.

La semana pasada, López Obrador volvió a mostrar la misma lentitud de reflejos políticos. Puesto ante la prueba irrefutable de que el hombre a quien le confió el dinero de los contribuyentes era un tahúr, lejos de condenarlo de inmediato y hacerlo aprehender, pidió a los medios de comunicación que concedieran al sinvergüenza el derecho de réplica. Por supuesto, el apostador no se presentó ante la prensa y optó por esfumarse, aunque antier correspondió a la gentileza de su jefe acusándolo de ordenarle movimientos financieros ilegales, lo que con todo y ser altamente improbable muestra el talante ético del ahora prófugo.

Más ajustado a lo que prescribe Maquiavelo, René Bejarano, sorprendido en el acto de recibir dinero del empresario Carlos Ahumada, pidió licencia como diputado a la Asamblea Legislativa y hasta como militante del PRD. Su pecado, finalmente, fue pedirle dinero a un empresario para las campañas del PRD en el 2003, hecho lo cual tendrá que demostrar que empleó esos fondos en actividades legales de su partido, que tales sumas fueron declaradas oportunamente al Instituto...

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