Noche y Día / Alfonso Reyes y Harold Bloom

AutorSergio González Rodríguez

¿Qué es lo que une la figura de Alfonso Reyes con Harold Bloom? La posible respuesta conduce a ciertas remembranzas. Al publicar en 1994 su obra magna El canon occidental, Harold Bloom levantó una polémica que perduraría durante años. Era una de las obras más ambiciosas en el terreno de la crítica literaria del siglo 20. Su visión retrospectiva de los valores y prestigios de la literatura surgían desde una visión que guardaba cierto posthistoricismo y un afán de situar el presente como una época de clara decadencia (años después, Jacques Barzun difundiría un libro análogo, dedicado esta vez a enfocar el trayecto de la cultura: Del amanecer a la decadencia. 500 años de vida cultural en Occidente).

El Canon occidental clasificaba las obras literarias por distintas eras, desde la antigüedad clásica hasta el momento presente: la era teocrática, la aristocrática, la democrática y la caótica. En esta constelación brillaba un estrella solitaria: William Shakespeare. La selección de las obras incluidas alcanzó la cota del escándalo cuando se leyó la lista de obras en lengua española que Harold Bloom consideraba canónicas. Se le acusó de favorecer a los autores de lengua inglesa, o de ejercer un eurocentrismo a ultranza. De los latinoamericanos, su listado era heterogéneo y disímbolo. Acaso incompleto. Era obvio que había recurrido a consultas con colegas que le auxiliaron para elaborar esta parte del libro. Sin embargo, allí estaban autores indiscutibles: Rubén Darío, Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas, Pablo Neruda, Octavio Paz, César Vallejo, Miguel Ángel Asturias, José Lezama Lima, José Donoso, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Carlos Drummond de Andrade.

El carácter de su criterio antológico -y en consecuencia canónico- implicaba una apuesta de interpretación que había delineado desde principios de los años 70 del siglo 20 cuando publicó una obra seminal: La angustia de las influencias, que se proponía argumentar a favor de una teoría poética que enlazaba el psicoanálisis, el gnosticismo y la filosofía. Se trataba de una personalísima forma de entender la literatura y su historia, su trayecto y su destino. Era la entronización del lector, de la emergencia de un poder receptivo en torno del orden de la tradición literaria -que tomaría lindes anómalos con el despunte paralelo y adverso de los enfoques desconstruccionistas.

"Una teoría de la...

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