Octogenaria y disfuncional

AutorCarlos Tello Díaz

El 5 de febrero de 1917, un día como éste, fue proclamada la Constitución que rige desde entonces la vida de México. A pesar de todas sus modificaciones, algunas fundamentales, habría de tener una vida bastante más larga (cumple hoy ochenta y nueve años) que la de sus predecesoras: la de 1824 (treinta y tres años) y la de 1857 (sesenta años). En el otoño de 1916, en efecto, don Venustiano Carranza, el Primer Jefe, había convocado a un nuevo Congreso Constituyente en la ciudad de Querétaro para convertir en ley los ideales de la Revolución. Era necesario, dijo, para darle legitimidad a la ley suprema, "que la nación entera exprese de manera indubitable su soberana voluntad". Ese era el fin del Congreso Constituyente. Nada más. Venustiano Carranza no imaginaba una transformación, mucho menos una ruptura, con la Carta Magna de 1857. "Se respetará escrupulosamente", anotó, "el espíritu liberal de dicha Constitución, a la que sólo se quiere purgar de los defectos que tiene, ya por la contradicción y obscuridad de algunos de sus preceptos, ya por los huecos que hay en ella". Las reformas en las que pensaba, en realidad, estaban limitadas a las "adiciones al Plan de Guadalupe".

El Primer Jefe llegó a la sede del Congreso Constituyente poco antes del mediodía del 24 de noviembre de 1916, luego de una marcha a caballo de seis días desde la Ciudad de México. El 1 de diciembre apareció en la sala de sesiones del Teatro de la República. El auditorio estaba compuesto por obreros, maestros, periodistas y comerciantes, en su mayoría muy jóvenes. No estaban representados en ese foro todos los grupos y sectores que formaban la nación. Estaban ausentes los liberales que hubieran querido mantener sin cambios la ley heredada de la Reforma, los anarquistas de la Casa del Obrero Mundial, los intelectuales que apoyaban los ideales del Ejército Libertador del Sur, los derrotados (católicos, porfiristas y huertistas) del Antiguo Régimen. Entre los grupos representados en el Congreso Constituyente, en cambio, destacaban dos, los radicales y los carrancistas, unos apoyados por Obregón y otros identificados con Carranza. Los radicales buscaban la justicia social y la igualdad material de las condiciones de vida; los carrancistas, por su lado, privilegiaban la independencia nacional, la libertad individual y el fortalecimiento de los poderes públicos. Juntos habrían de formar, sin ninguna duda sobre su legitimidad, la doctrina del nuevo Estado -la base legal del régimen de la Revolución.

"El Poder legislativo", escribió Venustiano Carranza, "que por naturaleza propia de sus funciones tiende siempre a intervenir en las de los otros, estaba dotado en la Constitución de 1857 de...

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