Oscar Sarquiz F./ Múltiple música para el Siglo 21

AutorOscar Sarquiz F.

Oscar Sarquiz F. / Crítico Musical

El furor milenarista se manifiesta hoy en renovada urgencia por lograr lo imposible: predecir qué depara un futuro tan amplio en posibilidades y escaso en precedentes que se perfila al frente cual insondable hoyo negro. Nuestro momento y circunstancia son tan inciertos, que hasta los futurólogos profesionales, responsables de proyectar el futuro tecnológico y económico para grandes grupos industriales y económicos, dudan en aventurar algún presagio para el hombre de la calle.

Avizorar lo que nos reserva la música por venir es arriesgarse a errar; sin embargo, en tal fecha, quien este libre de especulación arroje la primera piedra... y los demás, sigan leyendo:

Uno de los factores que más ha impulsado y acelerado numerosos cambios imprevistos durante el Siglo 20 es la creciente irrupción de la tecnología en nuestras vidas, y su influencia en la música ha sido decisiva (imagínese por un momento al mundo actual sin grabaciones); pero aún nos esperan sorpresas: la convergencia de la cibernética y su descendiente la automatización con la digitalización sonora, produjeron sintetizadores electrónicos, secuenciadores y softwares diversos que permiten al usuario producir, grabar, anotar, reproducir y hasta transmitir casi cualquier idea sonora concebible.

Dichas posibilidades, fácilmente imaginables en un moderno y completo estudio de grabación, van haciéndose presentes y factibles también, en menor escala, en entornos tan cotidianos como la computadora casera, instrumentos musicales juveniles e infantiles y hasta algunos juguetes que albergan tecnología tan barata como hace poco inimaginable. Esto entraña el potencial de lanzar a la primera generación del Siglo 21 a un masivo karaoke no sólo vocal, sino instrumental. ¿Qué sucederá el día en que la mayor parte de la humanidad haga música con ayuda tecnológica?

Si la ley de la oferta y la demanda conserva vigencia, la inminente sobreoferta sonora podría "abaratar" la experiencia musical, hasta el punto donde sólo escasos "iniciados" la estimen suficiente para adquirir algo que podrían hacer ellos mismos (talento y calidad aparte).

No se trata sólo del viejo Golem temido por filarmónicos sindicalizados -la "máquina de hacer música"- sino de la gran cantidad de descendientes del insigne antimúsico Brian Eno que se dedican crecientemente a producir música con su imaginación, sin tener que cumplir primero el sufrido noviciado de conservatorio, solfeo, compleja teoría y...

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