Los paparazzi: Una vida no muy dulce

AutorJosé Agustín

Por paparazzi yo entiendo a los periodistas, usualmente fotógrafos, que se interesan por las intimidades de las grandes celebridades o de los protagonistas de los casos muy sonados.

Estos metiches y chismosos fotógrafos en cierta forma funcionan como justicia kármica porque crean conflictos a quienes, de una manera u otra, han llegado a algún tipo de pináculo y de poder. Si lo heredaron, si son príncipes o miembros de alguna anacrónica realeza, entonces pagan su karma al tener siempre encima a fotógrafos y reporteros.

Aunque estén rodeadas de asistentes, sirvientes, parásitos y hordas de informadores, la soledad puede ser abismal. El éxito no es gratis; cobra grandes y a veces terribles tributos. Es común que mientras más alto se sube, más bajo se cae, y los paparazzi pueden ser el vehículo de la ruina o el descrédito de muchos.

En todo caso, el que es muy famoso tiene que tomar todo tipo de cuidados, desconfiar de muchas situaciones normales y crear laberintos que dificulten el acceso a su vida íntima, pues hay jurisprudencias que justifican el husmeo de los medios de difusión en la vida privada de la gente pública.

Además, esto se explica porque las personalidades constelan sueños, aspiraciones y fantasías de la gente común y corriente. Mientras más grande sea la celebridad y más alto el rango mítico, mayor cantidad habrá de paparazzi que se trepan en árboles y azoteas con potentes telefotos, que dejan sembradas cámaras o que le paguen a gente enterada a fin de que los tenga al tanto de movimientos y secretos.

Bien visto, los paparazzi existen desde que hay periodismo, aunque no se les conocía con ese nombre y, propiamente hablando, son un producto del siglo 20, cuando el director de periódicos Randolph Hearst (retratado por Orson Welles en Ciudadano Kane), la columnista hollywoodense Louella Parsons y otros de su calaña perfeccionaron el amarillismo, el periodismo que se basa en escándalos (además de Kane, la versión cinematográfica que Curtis Hanson hizo de Los Angeles al Desnudo, de James Elroy, ilustra muy bien todo esto).

El amarillismo ha tenido un gran éxito y lo seguirá teniendo porque se nutre de una ancestral afición humana: el chisme, el cual, a su vez, contiene buenas dosis de morbo, esa emoción oscura y peligrosa que se manifiesta donde menos se le espera.

Sin embargo, los términos paparazzo y paparazzi (el plural) son obviamente italianos. Yo los oí mencionar por primera vez en La Dulce Vida (La Dolce Vita), de Federico...

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