Pasan la vida entre pescados

AutorRamón Sevilla

Las vidas de Oscar y Juan Carlos no son como las de los otros niños que van a la escuela, hacen tarea y ven televisión. Ellos se levantan de madrugada para ir a trabajar, no estudian y ya tienen responsabilidades económicas.

La miseria y pobreza extrema en que viven millones de familias en el país ha obligado a miles de niños a cambiar sus sueños e ilusiones. Ya no quieren ser doctores, ni licenciados, sólo quieren trabajar, aun a costa de abandonar el seno materno, para ayudar a mejorar su economía familiar.

En la Central de Pescados y Mariscos "La Nueva Viga" existe un ejército infantil de trabajadores. Son los llamados "niños diableros" quienes, a pesar de su corta edad, no se achican ni se espantan por el trabajo pesado que consiste en cargar los productos marinos de los clientes -que en ocasiones superan su propio peso- durante jornadas de hasta siete horas diarias. Al final del día sus ganancias oscilan entre 60 y 100 pesos.

Oscar Murrieta Mendoza, un niño de 11 años, desconoce por qué todos le llaman "El Amayito", pero sí sabe que diario, los siete días a la semana, se tiene que levantar a las tres de la madrugada junto con su padre Pedro y su primo Tino. Los tres dejaron hace seis meses el puerto de Veracruz -su lugar de origen- y a su familia para venir a la capital "a hacer dinero porque allá no hay". Los tres son carretilleros.

A Juan Carlos Rodríguez Díaz, con 10 años de edad y uno de trabajar en la Viga, le da risa explicar su apodo, "El Malhecho".

"Me dicen así porque una vez se me cayeron unos pescadotes de la carreta y porque choqué contra un carro y le doble la puerta".

Ambos inician su jornada laboral cuando la oscuridad es intensa y el frío comienza a calar en los pies. Sin embargo, animados, a diario salen de sus viviendas con el firme propósito de ganar dinero y aliviar un poco su precaria situación económica.

Sin mostrar la más mínima señal de flojera o fastidio, cerca de las 4:00 horas los pequeños...

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