Pido el latín para las izquierdas

AutorCarlos Monsiváis

Salvo para propósitos retóricos, y allí cada vez menos, el término ya no está de moda. En los programas de enseñanza de casi todas partes, el humanismo es lo anacrónico, algo que funcionó por un tiempo demasiado largo, antes de verse desplazado por el culto a la tecnología. La pedagogía del Siglo 19, tan profusa en los cursos de humanidades, entendidos como estudio de los clásicos, se prolonga durante la primera mitad del Siglo 20, cuando a los estudiantes de bachillerato, en la rama de humanidades, se les obliga a estudiar latín, griego y etimologías, más la cuota de literatura mexicana y universal, de historia planetaria y de México, de lógica y ética. Luego, pesa en demasía el criterio de utilidad: ¿para qué cargar al educando con un fardo inaplicable en sus vidas? ¿A quién le interesa la continuidad del trivium y el cuadrivium? ¿Quién lee todavía, salvo los especialistas, a los humanistas del Siglo 18? En la era de Matrix y el Internet, de los cyborgs y el E-mail, se declaran "pasados de moda" el humanismo radical de los liberales del Siglo 19, y el humanismo igualmente radical, aunque con premisas muy distintas, de los conservadores. El Siglo 19, entre turbas que incendian el Parián y ejércitos extranjeros, entre conservadores que claman por un emperador y liberales que exigen secularización, es con todo una etapa de fe en las humanidades. En los seminarios católicos y en los cenáculos, la defensa de las humanidades es un acto de fe en las virtudes indispensables en la nación que surge. Uno de los métodos secularizadores es la pasión religiosa por el conocimiento, la sensación de que el saber es, al margen de su aplicación práctica, no estrictamente necesaria, la razón de una vida.

¿Qué se entiende por humanismo? En el Siglo 19, en Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, con sus repercusiones en América, el humanismo es la celebración de la erudición clásica, del studio humanitatis del Renacimiento, y de la recuperación constante del pensamiento y el arte de la Grecia antigua. Los estudios de los clásicos ya florecen en Italia a principios del Siglo 14, y su influencia es notable en la educación elemental y en la universitaria, en los programas de gramática, retórica y poesía. Entonces, entre los eruditos italianos, la palabra humanista designa a los estudiantes y los maestros de retórica. El término humanismo surge mucho después, y los primeros en utilizarlo, a principios del Siglo 19, son los eruditos alemanes.

Peter Herder señala la característica de los humanistas del Renacimiento: la familiaridad con las literaturas y el idioma griegos y latinos clásicos (más tarde con el hebreo), de la que derivan sus ideales estilísticos. A eso añádase la crítica histórica y filosófica, el desprecio por la cultura medieval y la preocupación real por los problemas morales.

De los seminarios religiosos al ideal de nación

Durante el virreinato, en medio de la ignorancia multiplicada a la fuerza, el humanismo logra victorias excepcionales. A las deslumbrantes trayectorias de Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora en el Siglo 17, suceden los jesuitas humanistas, muy influidos por el Renacimiento italiano. Basta citar a Francisco Javier de Clavijero. Esta tradición se interrumpe considerablemente en el Siglo 19 por la violencia de la construcción nacional, y el proceso de secularización. ¿Hay tiempo para el humanismo, y qué tanto debe preservarse de la herencia religiosa? Producto de seminarios religiosos, muchos liberales saben latín y griego pero a su vida intelectual la determina el idioma francés.

En el Siglo 19, la presencia de elementos del "paganismo" (referencias extraídas de los clásicos), es indispensable al proceso cultural. Y las citas de la mitología grecolatina de José Joaquín Fernández de Lizardi, las ninfas y los sátiros de los poetas modernistas, y la recurrencia de Zeus o Júpiter y Juno o Hera en la cultura media en algo, equilibran el aluvión de santos y vírgenes. Con todo, el humanismo depende entonces mayoritariamente de la cultura católica, de las grandes bibliotecas de sacerdotes y obispos, de las traducciones de los clásicos, de la disciplina de los muy versados en las fuentes de la cultura occidental y en los poetas latinos y griegos, de los eruditos y su profesión de fe intelectual. Si en lo político los conservadores son derrotados, en lo cultural los humanistas católicos preservan zonas del saber de otra manera...

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