Plaza Pública/ El derecho a saber

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Precisamente cuando el enfrentamiento norteamericano al terrorismo pone a debate los límites de la información, se ha abierto en México una nueva fase de la vieja lucha por el derecho a saber, ahora a través de una ley de acceso a la información.

El ataque terrorista a las torres gemelas, además de su propósito destructivo intrínseco, fue un montaje escénico para la televisión. Con toda evidencia, se buscaba que el choque deliberado del segundo avión fuera presenciado por millones de personas que de inmediato comprendieran su significado. La oportunidad informativa se convirtió así en arma de los terroristas, que poco antes habían transformado útiles aviones comerciales en proyectiles letales. Pero no fue entonces, o no desde ese ángulo en ese momento, que comenzó a discutirse el papel de los medios en la nueva era, el tiempo del miedo y el dolor.

El primer sacudimiento a la conciencia de los informadores fue provocado por la protesta del público por la difusión reiterada en la televisión, y la impresión de las espeluznantes fotos en los diarios, de las tomas que acompañan la veloz trayectoria de las personas que desesperadas ante el pavor de morir quemadas se lanzaron desde lo alto de los edificios que poco después se vinieron abajo ellos mismos. Fue una cobertura desconsiderada, se dijo. Y hasta se supuso que se emprenderían acciones legales por daño a la imagen de las víctimas.

El verdadero debate, sin embargo, como los ataques de respuesta, debió esperar varias semanas. Lo desencadenó la aparición de Osama Bin Laden mismo en las pantallas de todo el mundo, el domingo 7, tras el primer bombardeo, profiriendo un amenazador mensaje: "Juro por Dios todopoderoso que Estados Unidos no conocerá la seguridad a menos que nosotros sintamos seguridad en nuestra tierra y en Palestina". Y el martes siguiente, el portavoz de la organización Al Qaeda, Suleiman Abu Geith, reiteró el ominoso anuncio, dirigido también a través de la televisión: "En la nación del Islam hay miles de jóvenes que están tan ávidos de muerte como los estadunidenses están ávidos de vida".

La voz y la imagen del terrorista más buscado del mundo, y las de su vocero, fueron transmitidas por una singular empresa de televisión, Algeciras en español, cuyo nombre a partir de su sonido árabe se imprime en los diarios de las más variadas maneras: Al Jazeera, Al-Jazira o Al Yazira. Se trata de una empresa profesional, aunque dispone de financiamiento del gobierno de Qatar, un emirato rico y moderno. Fundada en 1996, cuenta con un centenar de periodistas y se ha distinguido por su cobertura del conflicto árabe-israelí. Su imparcialidad periodística, que deriva de la cultura informativa procedente de la BBC, como lo reconocen sus corresponsales, coincide con la apertura política y diplomática del emirato, que ha ensayado una aproximación hacia Israel, sí, pero también hacia Iraq e Irán, así...

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