Ponen en peligro estabilidad en Kenia (III)

AutorInder Bugarin

REFORMA/Enviado

NAIROBI, Kenia.- En diciembre del 2002, Kenia, un enclave de estabilidad en el Este de África, vivía su segunda revolución pacífica. El líder de la oposición, Mwai Kibaki, ponía fin en las urnas a cuatro décadas de poder del partido Unión Nacional Africana de Kenia (Kanu) y a 24 años de Gobierno del Presidente Daniel Arap Moi.

Sin embargo, a 21 meses de la llamada "segunda liberación" y a casi 41 años de su independencia del Reino Unido, entre los 30 millones de keniatas hay poco que celebrar.

El país ha perdido la reputación de ser uno de los más prósperos de África y su horizonte se aprecia desolador a pesar de que es considerado por Naciones Unidas como estratégico para pacificar un violento y conflictivo continente negro.

Tras la victoria, Kibaki prometió a su gente la prosperidad que tanto anhela desde el primer día que se fueron los invasores británicos. Aseguró que alcanzaría este sueño a través de una nueva Constitución que llegaría en 100 días y la creación de 500 mil puestos de trabajo al año.

Igualmente se comprometió a establecer un Gobierno democrático, transparente y alejado de la corrupción, así como erradicar cánceres como la ignorancia, la pobreza y la insalubridad.

Lejos del remarcable éxito de la implementación de la educación primaria gratuita y de la aparición de medicinas en hospitales, "entre la población se aprecia un sentimiento de abandono y desilusión", opina Katua Nzile, productor del noticiario de televisión del grupo Nation.

"Nadie entiende lo que está sucediendo, nada se mueve, hemos llegado a un punto de estancamiento en el que ha quedado desdibujada la transición democrática", añade el periodista durante una conversación en un Hotel de la capital.

La aguda deterioración económica continúa acentuado la pobreza. El número de pobres alcanza los 17 millones, de los cuales 23 por ciento vive con menos de 79 chelines (un dólar) al día, de acuerdo con los indicadores de desarrollo humano de la ONU.

El ingreso per cápita sigue siendo precario, 239 dólares, por debajo de los 271 dólares en 1990, mientras se experimenta un ascendente desempleo, que según datos oficiales alcanza al 14.6 por ciento de la fuerza laboral, más de 2 millones de personas, 45 por ciento de ellos jóvenes.

A raíz del masivo desempleo, se ha profundizado la delincuencia. El visitante no tarda en comprender por qué "el mzungu" (hombre blanco) ha bautizado la capital como "Nairobbery" (Nairrobo) y la consultora Mercer la clasifica en su informe 2004 como la onceava en África y a la altura de la ciudad de Medellín, el epicentro de los cárteles de la droga colombianos.

Retenes con policías portando armas largas están a la orden del día, mientras que al circular por la...

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