Porfiriato y centenario

AutorRafael Tovar y de Teresa

El autor, ex presidente del Conaculta, ex embajador y ex coordinador de la Comisión para la Conmemoración de las Fiestas Patrias de septiembre de 2007 a octubre de 2008, se dio a la tarea de investigar lo hecho durante el porfiriato al celebrarse el centenario de la Independencia. resultado de ese trabajo es el libro "El último brindis de Don Porfirio. 1910: los festejos del Centenario" (Editorial Taurus), de próxima aparición. junto con algunos extractos de este texto, Enfoque reproduce también imágenes relacionadas con esa conmemoración tomadas del libro "Centenario 1910 México", editado por la Fundación Conmemoraciones 2010 A.C.

La visión de Don Porfirio

Porfirio Díaz, personaje protagónico del siglo XIX, a quien en ocasiones olvidamos analizar en el claroscuro de la dimensión política de aquel siglo convulso -y por ello nos conformamos con una explicación rápida y concentrada en sus últimos años-, quiso y supo -aunque fuera de manera transitoria- aprovechar la conmemoración.

Se fijó objetivos muy claros: superar los conflictos internacionales que surgieron durante el siglo XIX a causa del nacimiento de México como país independiente y lograr el reconocimiento como un país digno y respetable; asimismo, quería mostrar el proceso de modernización en que se hallaba inmerso el país en los órdenes materiales e intelectuales y, con ese motivo, inauguró obras tangibles que hubiera sido imposible construir durante el violentísimo siglo anterior; finalmente, quiso aprovechar la oportunidad que su circunstancia le brindó: celebrar a la patria por el inicio de su independencia, en la que él mismo se situó como artífice de la nación para mostrar al mundo el significado de la obra de 30 años al frente del gobierno y, sobre todo, su papel personal como eslabón final de los constructores del México independiente.

Todo se cuidó: desde los detalles de las fiestas hasta el costo de cada una de las obras, y lo mismo ocurrió con la rendición de cuentas y los informes que deberían presentarse. (p. 14).

Propósitos

Con el fin de dar forma al amplísimo proyecto político que se denominaría "Programa del inicio del centenario de la Independencia nacional en el año de 1910", el 1o. de abril de 1907 Díaz ordenó la creación de la comisión que se encargaría de los festejos y publicó un documento que, en una sola frase, sintetizaba su propósito: "el primer centenario debe denotar el mayor avance del país con la realización de obras de positiva utilidad pública y de que no haya pueblo que no inaugure en la solemne fecha, una mejora pública de importancia".

La comisión creada por Díaz fue constituida con personajes, algunos de gran calibre: Guillermo de Landa y Escandón, Serapio Fernández, Romualdo Pasquel, Fernando Pimentel Fagoaga, Eugenio Rascón, Rafael Rebollar, Carlos Rivas, Manuel Vásquez Tagle y José Casarín. Además, para su operación, contaba con el apoyo de cinco secretarías: Instrucción Pública y Bellas Artes (a cargo de Justo Sierra), Relaciones Exteriores (a cargo de Ignacio Mariscal), Hacienda (a cargo de José Yves Limantour), Gobernación (a cargo de Ramón Corral) y Guerra y Marina (a cargo de Manuel González Cosío). (p. 103).

Objetivo y participación

La Memoria de las Conmemoraciones recoge el espíritu de la conmemoración con estas palabras: "El Presidente estima que si bien es cierto que la celebración del centenario debe ser esencialmente un movimiento popular y nacional, por lo que se debe dejar ancho campo a las iniciativas y manifestaciones patrióticas en todos las clases sociales, también al gobierno corresponde tomar una parte importante y, en consecuencia, espera que la Comisión Nacional tendrá presente esta consideración al acordar las solemnidades y festejos que hayan de organizarse, al mismo tiempo que procurará dar conveniente dirección y unidad a las manifestaciones particulares".

Asimismo, se invitó a gobernadores, jefes políticos y personas influyentes para que se sumaran a la organización. Como resultado de esto se crearon 31 comisiones centrales, 298 de distrito y mil 440 municipales, que sumaban mil 769 comisiones del centenario en las cuales participaron 17 mil 735 personas. Para lograr lo anterior la Comisión Nacional llevó a cabo 70 sesiones y giró 22 mil 240 oficios.

De esta manera, con la clara intención política de crear una dinámica orientada a esperar unas magnas fiestas, a los pocos días se informaba que, al iniciarse las labores de la comisión, cada estado quedaría obligado a "hacer una obra de bien público". A partir de 1907, cuando menos se publicó una nota diaria sobre la organización de las fiestas del centenario y en todas ellas se subrayó que los festejos debían tener el "amplio carácter popular", al tiempo que se realizaran "eventos que revelaran al mundo los adelantos que había logrado el país". Por supuesto que se enfatizó la inauguración de obras materiales que se convertirían en "el recuerdo de la celebración". (pp. 104-106).

Mirada histórica

La interpretación histórica que animó las fiestas del centenario hizo cuanto le fue posible para evitar confrontaciones con la Iglesia y con España, para no ignorar el papel protagónico de Hernán Cortés en la conquista, para resaltar al máximo la figura de Benito Juárez, sin dejar enteramente a un lado a Agustín de Iturbide, pues sólo de esta manera se le podría dar un lugar en el desfile histórico como el personaje que logró la consumación de la lucha, aunque su nombre nunca se escribiría en la Columna de la Independencia. En síntesis: se buscó integrar a los personajes y los hechos en un flujo histórico sin rupturas. No en balde estaban Sierra y Federico Gamboa detrás de estos asuntos.

El México antiguo no fue olvidado durante los festejos, pues se promovió el rescate de vestigios arqueológicos, se inauguraron nuevos espacios museísticos, se llevaron a cabo visitas a las antiguas ciudades, se realizaron encuentros de antropólogos y arqueólogos y se publicaron algunos libros. Las dos principales figuras de esta parte del programa fueron Leopoldo Bartres, visitador y conservador de monumentos arqueológicos, y Francisco del Paso y Troncoso, director del Museo Nacional, quien ya había sido presidente de la Comisión Mexicana en la Exposición Histórica Americana con motivo del IV centenario del descubrimiento de América. (pp. 168-169).

Iglesia

Era importante tenerla fuera y dentro. Con enorme habilidad política, la presencia de la Iglesia en la conmemoración sólo se concentró en dos actividades: un tedeum en honor de los héroes de la Independencia en septiembre y otra ceremonia con motivo del aniversario de la coronación de la Virgen de Guadalupe durante los primeros días de octubre. Ninguna de las dos actividades las organizó el gobierno sino se hicieron a través de asociaciones y particulares. (p. 185).

Juárez

En 1910 Díaz consideró que era...

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