La puerta falsa / La muerte por decisión

AutorGuadalupe Loaeza

No hay duda de que pocas cosas han cautivado tanto en el cine mexicano como los ojos verdes de Pedro Armendáriz (1912-1963). ¡Qué ojos y qué intensidad de su mirada! Sólo con mirar era capaz de enfrentar a Dolores del Río, a Katy Jurado y hasta a la mismísima María Félix. Tampoco hay que olvidar su porte atlético que tanto lució por las pantallas. Y finalmente, esa manera de hablar tan golpeada y varonil que servía para detener en seco a cualquier imprudente. Pedro Armendáriz tenía, como dice Carlos Monsiváis, "el tono bravucón de los revolucionarios y las variantes regionales que divierten el oído centralista".

Pero lo que nadie sabía era que, de las tres características principales de este galán de cine, sólo sus bellos ojos eran un atributo natural. Sus admiradoras ignoraban que Pedro batalló mucho para poder educar su voz, pues cuando la escuchó por primera vez la sintió completamente ajena. Así que se dedicó a cuidar su pronunciación, su respiración y su entonación. Dicen que hasta aceptó un trabajo como locutor para ensayar y tomar conciencia de la emisión de la voz.

Sin embargo, su primer trabajo fue atender la recepción del Hotel Reforma, recién inaugurado en los 30. Además de contar con una presencia muy llamativa, hablaba un inglés casi perfecto. Dicen que en esa época acumuló centenas de conquistas con las huéspedes estadounidenses, aunque era tan profesional que no respondía a sus insinuaciones. Cuando por fin se sintió seguro, aceptó un papel cinematográfico en la cinta Rosario (1935).

Tampoco puede decirse que su cuerpo fuera un "don" natural, pues desde muy joven tendía a ser obeso. Así es que se obligó a llevar a cabo dietas rigurosísimas antes de iniciar la filmación de sus películas. También se dice que tomaba su carro convertible y se iba a la playa justo al mediodía; entonces, corría varios kilómetros bajo el sol. Después de unas horas, regresaba a su carro, el cual estaba convertido en un horno, y se encerraba en él para poder sudar durante media hora. Finalmente, se metía al mar a nadar y a bucear. No obstante, por más que siguió esta disciplina, fue aumentando de peso con el tiempo. Puede decirse que Armendáriz era uno de los actores más disciplinados de su tiempo. Pero hubo algo contra lo que no pudo luchar: su carácter. Un carácter sumamente fuerte, intransigente, explosivo y sarcástico, con el cual tuvo que cargar toda la vida.

Gracias a la espléndida biografía que realizó el crítico de cine Gustavo García (Pedro Armendáriz, 1997), nos enteramos de todas las intimidades del protagonista de Enamorada. Tal vez hoy muy pocos recuerden el volcán que llevaba en su interior este maravilloso actor, ese volcán que hacía erupción cada vez...

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