Revela Tenochtitlan su tesoro botánico

AutorYanireth Israde

Cinco siglos atrás, un sacerdote mexica se desprendió de su atuendo para ofrendarlo a Tláloc, dios de la lluvia. Depositó su xicolli o "chaleco" ritual de algodón en una caja de piedra al pie de la Pirámide de Tenochtitlan, también entregó su manta y sus ornamentos. Cuando se desenterró la ropa, en el año 2000, junto con objetos de papel y madera, ramas de ahuehuete, flores y semillas, hubo júbilo entre los arqueólogos, porque los vestigios botánicos resistieron asombrosamente el asedio del tiempo.

La Ofrenda 102 contenía también restos de reptiles y aves, además de erizos, y ahora aporta las piezas estelares de la nueva sala 6 del Museo del Templo Mayor (MTM), dedicada a la flora y fauna de Tenochtitlan, que reabrirá en 2013 con piezas nunca antes expuestas al público.

La colección, que sumaba unos 180 objetos, duplicará el acervo para albergar hallazgos de excavaciones recientes, por ejemplo elementos botánicos provenientes de las ofrendas asociadas a la diosa Tlaltecuhtli, anticipan el investigador Adrián Velázquez y David García, subdirector de museografía del recinto.

"La representación de elementos botánicos era muy pobre en la anterior sala 6", refiere el primero.

Pero el proyecto en el espacio de 180 metros cuadrados, al que se han destinado unos 800 mil pesos, no sólo prevé la incorporación de materiales, sino también una rotunda transformación en la sala: ya se retiraron 40 toneladas de mobiliario museográfico. El escombro resultante llenó siete camiones, comenta García.

El MTM se construyó en 1987 con vitrinas sostenidas por bases de cemento y muebles de exhibición fabricados en ladrillo, imposibles de mover.

"Era como si fueran grandes casas. Tuvimos que derrumbar el mobiliario museográfico, no lo pudimos quitar", relata.

Ese diseño fue consistente con su época, cuando se pensaba en los museos como sitios estáticos, explica. Hoy, la museografía plantea lo contrario: movimiento.

"Nuestro museo tiene que ser cambiante para reflejar la riqueza de las investigaciones; una museografía tiene en promedio una duración de diez años: ya tenemos 15 de atraso. Lo idóneo sería que nuestros visitantes tuvieran una experiencia distinta cada vez que vinieran".

En sus orígenes la sala 6 de ocho que tiene el MTM- fue un "hito", recuerda Velázquez. Incluso personal de museos extranjeros acudía para conocer la "solución museográfica", porque no es común albergar flora y fauna en un museo que no es de Historia Natural, complementa García.

Ocurre que...

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