Rexo: Los caballeros las prefieren eslovacas

AutorAndrés Tapia

Cierta sofisticación, algún tipo de elegancia indecible y ese aire tan neoyorquino que parece extraído de algún relato de Truman Capote, lo apartan del concepto del "Soho mexicano", que no de La Condesa y mucho menos de los afanes de aquellos nómadas "snob" que cambian de lugar de recreo según dictan los cronistas de sociales. Luego el jazz, música predominante, le viene inevitable como aceituna al martini. Y emborracha, por supuesto.

Estilizado y no obstante auténtico, el Rexo escapa a la definición de catálogo (si bien no completamente) de cualquier restaurante-bar asentado en la Ciudad de México. No carece, sin embargo, de pretensiones. Mal haría ahora que, a cuatro meses de haberse inaugurado, se ha convertido en el tazón de la créme de la créme citadina y en el refugio de alguno que otro mercenario de las ideas.

Pretende ser elegante y lo es, así sea complaciendo a quienes, víctimas de la publicidad, solicitan el vodka tonic con "Stoli" o "Abs", el martini "Cosmopólitan" o esa puerta al vacío llamada "Manhattan" que ha sido protagonista de las más abyectas y ridículas historias.

No sólo son sus formas lo que seduce. Su similitud gramatical y fonética con la palabra sexo, acaso contribuya a construir en la imaginación aquella vieja historia de los amantes solitarios que se encuentran en el precipicio de la barra de un bar y, antes de arrojarse al abismo, se descubren el uno al otro y, luego de salvarse mutuamente, terminan la velada exhaustos y sudorosos en la misma cama.

Más allá de la ficción, las dos barras del lugar --si bien estrechas-- cobijan y ofrecen la suficiente clandestinidad como para despotricar contra Pancho Labastida, mentarle la madre a Cuauhtémoc Blanco, instrumentar cursilería o recorrer con pura retórica, barata o egregia, las formas rusas de la tenista Anna Kournikova o Ricky Martin, en días pasados distinguidos visitantes de lo que alguna vez fue la región más transparente.

Atmósfera de restaurante de...

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