Rorty ante el espejo de la posmodernidad

AutorHéctor Zagal

La filosofía anglosajona, especialmente la que se hace en Estados Unidos, tiene muchas cualidades y algunas deficiencias. Entre sus defectos destaca cierta tendencia al autismo cultural: todo aquello que no se publica en inglés es como si no existiera. El contraste con el estilo filosófico de Europa continental, más cosmopolita y erudito, resulta patente. Basta comparar una tesis doctoral de Harvard con una de Tubinga para constatar la diferencia. No es extraño que los doctorandos estadounidenses omitan sistemáticamente la bibliografía en francés, alemán y, ya no digamos, en italiano y español.

Esta actitud obedece a motivos sociológicos: la inclinación al etnocentrismo, de la que nadie nos libramos. Pero también obedece a razones de fondo. La filosofía analítica, caracterizada por el énfasis en los argumentos y el análisis del lenguaje, encontró un campo fértil en Norteamérica. Quizá porque la mentalidad estadounidense gusta de resolver problemas concretos y desdeña los prolegómenos históricos. La filosofía analítica, con su pretensión de rigor, sobriedad y de conocimiento acumulativo, parece más afín a la mentalidad de nuestros vecinos del norte. En cambio, las tradiciones alemana y francesa cultivan un discurso más retórico, más oblicuo y, sobre todo, más histórico. La expresión "ciencia del espíritu", Geisteswissenschaft, resume dicho talante.

La filosofía norteamericana -estoy generalizando- asumió con entusiasmo el proyecto ilustrado. Su admiración por la racionalidad propia de las ciencias experimentales y de la tecnología la vacunó contra la posmodernidad. Durante años, la Inteligentia de Estados Unidos resistió el embate del "pensamiento débil" y el postestructuralismo. Finalmente el germen penetró y algunos intelectuales se rindieron. Comenzó la autocrítica y la apostasía de la filosofía analítica. Ésta fue la aportación central de Richard Rorty. Doctor por Yale, nacido en 1931, este profesor desató la crítica al estilo analítico de filosofar y a la teoría moderna de conocimiento.

La influencia de Richard Rorty en el mundo académico es inseparable del peculiar estilo de hacer filosofía en Norteamérica. En un ambiente embriagado por versiones mitigadas de la filosofía científica, y ayuno de la lectura de Heidegger y Nietzsche (autores proscritos en el canon de la filosofía analítica), Rorty vertió un balde de agua helada. Se atrevió a escribir en inglés lo que muchos europeos habían dicho antes: el filósofo no es un entendimiento...

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