Sergio Aguayo / Capitales

AutorSergio Aguayo

Creció el poder de las élites y la conciencia de la sociedad pero se mantuvieron casi intactos los tapones que frenan la participación social.

En los últimos 20 años México dejó de ser un país presidencialista y centralista; grandes porciones de poder se lo apropiaron las élites (tradicionales o nuevas) entre las que se encuentran los cárteles, los gobernadores, los líderes sindicales, los multimillonarios y los partidos políticos.

Los valores políticos también se transformaron. Aunque los porcentajes varían por encuestadora, hay un alto respaldo a la democracia como forma de gobierno y una gran insatisfacción por la manera en que funciona. También se amplió la certidumbre de que se tienen derechos y se valora la participación social (según la última Encuesta Mundial de Valores la sociedad da casi el mismo nivel de confianza al movimiento feminista que a las Fuerzas Armadas). Sin embargo, la participación en asuntos públicos, partidos políticos y organismos civiles se ha desplomado o estancado (ronda 20% de la población adulta). Ese taponeo provoca frustración, desencanto y pasividad y obstaculiza la solución de muchos problemas.

Las cifras muestran un patrón: a mayor capital social positivo menores niveles de violencia y mejores gobiernos locales. Cuando una persona canaliza sus deseos en acción colectiva que se institucionaliza se crea capital social positivo (es el caso, por ejemplo, de los medios independientes o de los organismos civiles y empresariales). El tejido social negativo serían las redes corruptoras o delincuenciales.

En México el acceso a la información y la libertad de expresión, entre otros factores, han permitido un fortalecimiento relativo del capital social. Sin embargo, su crecimiento ha sido desigual o se ha frenado por la ceguera cortoplacista de las élites que, salvo algunas excepciones, han saboteado las instituciones que deberían ser conducto entre sociedad y gobiernos. Por lo general, los partidos se alían con las élites; los organismos públicos que tutelan derechos, o los consejos ciudadanos tan comunes hoy en día son copados y cooptados por quienes gobiernan transformándose, por tanto, en vistosos pero irrelevantes floreros.

La relación entre sociedad y élites es diferente en cada estado y región. Es un rompecabezas en constante movimiento que apenas empezamos a apreciar en toda su complejidad. El Distrito Federal, por ejemplo, ha disfrutado y padecido las consecuencias del centralismo; es el espacio geográfico...

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