Sergio González Rodríguez / Ninfolepsia

AutorSergio González Rodríguez

Entre los conceptos estéticos más significativos de la tendencia planetaria de unir el arte con la moda habría que apuntar la revista Baby Baby Baby. Publicación casi en su totalidad de imágenes, excepto algunos textos esporádicos, propone una suerte de catálogo de sueños y fantasías a la medida de niñas y adolescentes que juegan a modelar ropa en un entorno doméstico-marginal. Un mundo de apropiaciones radicales en el que están excluidos los adultos. La belleza en su ascendente claro y en clímax previo al aviso de la decadencia. Una metáfora del deseo vital en épocas de oscuridad.

Nina Berberova escribió alguna vez que hay libros que caben enteros entre sus dos tapas, y allí se quedan, incapaces de salir de su estado mortuorio. Hay otros que, por el contrario, no caben entre sus tapas y parecen desbordarlas, pasan años a nuestro lado, nos acompañan y transforman. Y existen otros libros que trascienden a las personas y marcan una época y a sus generaciones. "A esos libros", precisa Berberova, "los respiramos, viven en nuestro interior. Su cuerpo reposa en un estante, pero su alma ocupa el aire que nos rodea" (Nabokov y su Lolita, La Compañía, 2008). A esta excepcional clase de libros pertenecen, apunta la escritora rusa fallecida en 1993, las novelas de Vladimir Nabokov y, entre ellas, Lolita. La ninfolepsia -la posesión de las nínfulas- reinaría en la vida contemporánea.

Al comienzo de Lolita, el genial narrador describe el territorio amoroso de dos preadolescentes, un margen o intimidad, una "bendita grieta abierta en el espacio y el tiempo", una zona de "contactos incompletos" de exasperación y deseo que los adultos vigilaban de lejos o destruían con su presencia o reglas. La muerte precoz de la niña amada tendrá su resurrección cuando el protagonista de la novela -ya adulto- conozca a Lolita, que "habría de eclipsar por completo a su prototipo", mientras el escritor construye un mito contagioso.

El triunfo de la feminidad y el artificio como pináculos de la idea de la belleza actual está en todos los productos culturales. La representación superior de tal ideal la encarna a su vez la nínfula, como es el caso de la modelo rusa Natalia Vodianova, que a pesar de sus 27 años y ser madre de tres hijos se mantiene a salvo en el nicho que advertía evitar el propio Nabokov: "llegué a saber cómo eran esas nínfulas encantadoras, enloquecedoras, de brazos frágiles, una vez crecidas" (Lolita, Anagrama, 1986). Los nuevos altares de las nínfulas son...

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