Sobreaviso / Estado de sitio ¿democrático?

AutorRené Delgado

Sin llamarlo tan siquiera por su nombre, los poderes Ejecutivo y Legislativo establecieron un Estado de sitio y un virtual toque de queda la tarde del primero de septiembre, en las inmediaciones de San Lázaro. Transitar en un radio de tres kilómetros alrededor del Palacio Legislativo fue todo un problema y pretender entrar sin acreditación o invitación a ese recinto fue punto menos que imposible.

Dicho sin tapujos, se estableció un Estado de sitio. Y, en ese juego de inconsciencia política, el Ejecutivo y el Legislativo arrastraron al Poder Judicial. Así, los tres Poderes de la Unión se atrincheraron, se amurallaron. Hicieron de San Lázaro un búnker y, al efecto, desplegaron una fuerza policiaca con alrededor de 4 mil elementos. A sus invitados -el resto de la clase política- los trasladaron con escoltas militares fuertemente armadas, como si un motín o una rebelión tocara a la puerta. Fuera del búnker dejaron a la nación que dicen representar, como si de ella se quisieran aislar, como si ella encarnara la amenaza de la que se ponían a resguardo.

¿Suena exagerado lo anterior? Pues más exagerado es lo que hicieron. Ahí están las fotografías, la exhibición del miedo generado, no por la competencia, sino por la incompetencia que protagoniza la clase política. El mensaje político del miércoles fue ese: la clase política ya perdió noción de lo que está haciendo y tiene miedo, mucho miedo, en el fondo, de sí misma.

Frente al hecho, lo dicho dentro de San Lázaro muy poco importa. El desánimo y el nerviosismo presidencial, los insultos de los legisladores, el discurso de Manlio Fabio Beltrones se constituyen en la expresión de una liturgia sádico-masoquista sin sentido. El mensaje quedó expreso en la calle: la élite está poniendo barricadas a la ciudadanía.

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Cabe, en todo esto, un contraargumento. Peor sería la crítica si, por no tomar providencias, se hubiera puesto en peligro el inútil ritual del Informe de Gobierno y, de pronto, los sindicalistas hubieran irrumpido en el Palacio de San Lázaro. Desde luego, la crítica sería más dura. Pero las providencias adoptadas no fueron las correctas. Se recurrió a la fuerza, no a la política. Se dejó a la fuerza policiaca contener un problema creado -desde hace mucho- por la política. Y, entonces, el Estado de sitio no se justifica.

Desde hace meses se viene advirtiendo la degradación política que, con enjundia, animan el gobierno y los partidos pero, fuera de las encuestas sobre la popularidad de los...

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