Entre templos y palacios

AutorMaryell Ortíz De Zárate y Ricardo Díazmuñoz

El Centro Histórico de la Ciudad de México, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el 4 de mayo de 1988, siempre será un atractivo inagotable. Para conocerlo en todos sus aspectos es idóneo caminar desde muy temprano, cuando la ciudad empieza a despertar. Nuestra sugerencia es que usted esté instalado en la Plaza de Armas poco antes de las seis de la mañana para participar de la emotiva ceremonia que eleva la enorme bandera nacional hasta la cúspide del asta mientras una banda de guerra interpreta el Himno Nacional.

Enseguida podrá desayunar en las terrazas del Gran Hotel de la Ciudad de México o del Hotel Majestic; son espacios estupendos para disfrutar la luz que poco a poco va apoderándose de la ciudad y los edificios que circundan el centro cívico. A esa hora, y poco antes del crepúsculo, la luminosidad es un verdadero goce para los apasionados de la fotografía y si amaneció nublado o lluvioso, el misterio del Centro Histórico es más que fascinante.

Hacia las siete de la mañana ya están instalados los primeros vendedores ambulantes y aparecen las primeras bicitaxis, servicio que empezó a funcionar en marzo de 1972, a fin de aligerar el tránsito vehicular.

La hora es magnífica para deleitarse con el mejor ejemplo del barroco estípite: las fachadas del Sagrario Metropolitano (Siglo 18), y con la espléndida Catedral (Siglos 16 al 19), el recinto religioso más grande de América y uno de los edificios capitalinos que conjuga diversos estilos arquitectónicos. Ambas estructuras se localizan al lado norte del Zócalo, núcleo político, cultural y religioso desde la época prehispánica y escenario frecuente de manifestaciones, puños crispados, pancartas, volantes, silbidos, rechiflas, mantas, consignas, protestas, carpas, plantones, huelgas de hambre y festejos multitudinarios el 15 de Septiembre para conmemorar el Grito de la Independencia.

A últimas fechas, en la Plaza de la Constitución se realizan espectáculos dentro del marco del Festival del Centro Histórico, se instalan múltiples altares el Día de Muertos acompañados de música y de un enorme horno donde se prepara el Pan de Muertos que se distribuye entre los asistentes y recién el Día del Niño los infantes disfrutaron en el sitio de un circo.

A las ocho de la mañana se intensifica la venta callejera. Han aparecido los merolicos anunciando las más insólitas mercancías, los yerberos con su gran cantidad de plantas medicinales, los vendedores de raspados con sus grandes bloques de...

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