Tolvanera / Los paladines

AutorRoberto Zamarripa

Los enemigos que combatía con ferocidad han terminado por deglutir al perredismo. La corrupción, el fraude electoral, la deshonestidad política, el ejercicio del poder público sin controles ciudadanos, la transa atravesaron al cuerpo perredista para despojarle no sólo de sus alegatos discursivos, sino de su credibilidad.

La corrupción les tocó el alma y la vida. No fue únicamente una manera de hacer dinero o de intentar mantenerse en el poder -propósitos obvios de esos actos de deshonestidad- sino que la descomposición alcanzó fibras de mayor sensibilidad.

Al asalto del dinero fácil le llamaron enamoramiento; a las donaciones ilegales les dijeron aportaciones de un empresario de izquierda; al lavado de dinero le calificaron como recursos para luchar contra el fraude electoral.

La complicidad de dirigentes y gobernantes con aquellos que usufructuaban los recursos ilícitos fue llamada solidaridad y compañerismo de partido.

Dramáticos y lamentables casos desarticularon las estructuras de delegaciones y municipios, permearon en la operación financiera del gobierno capitalino, acentuaron la división política entre los perredistas y engrandecieron las perversidades de dirigentes y militantes.

Ahumada destruye

Las oficinas de la delegación Tláhuac fueron prácticamente tomadas la semana pasada por funcionarios de la Contraloría capitalina. Las chapas de las puertas ya fueron cambiadas y la fetidez que despide el edificio delegacional no será eliminada por muchos años.

El socavamiento de las finanzas públicas de esa delegación, acelerado en los años 2001 y 2002, fue acompañado de la disminución a guiñapo del entonces delegado Francisco Martínez Rojo. Lo que inició como instrucciones de la dirección nacional del partido, encabezada entonces por Rosario Robles, para atender a los amigos del partido, se convirtió en un placentero desorden que facilitó el asalto de las arcas públicas y a Martínez Rojo lo hizo rico momentáneamente pero también le destrozó la vida. Tanto que el 21 de febrero del 2002, el delegado solicitó licencia a su cargo. La información oficial fue que padecía una enfermedad gastrointestinal grave que ameritaba una intervención quirúrgica justo para el sábado 23. Reforma publicó entonces la petición de licencia donde Martínez Rojo solicitaba ausentarse. Aunque la petición era del 28 de febrero al 15 de abril. La vocera Elizabeth González explicó que el delegado había adelantado una semana su requerimiento debido a que desde el domingo...

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