Tragedia de 30 años

AutorAndro Aguilar

FOTOS: ÓSCAR MIRELES

SAN JUAN IXHUATEPEC.- "¡Salva a mis hijos, Trino! ¡Salva a mis hijos!".

José Trinidad Rangel recuerda nítida la frase que le lanzó su esposa Victoria en la madrugada del 19 de noviembre de 1984. La madre de cinco niños había corrido hacia su vivienda más de 350 metros, desde la lechería de la Conasupo, perseguida por el fuego y con la cabeza envuelta en un rebozo que las llamas ya habían alcanzado.

Con esa imagen, José Trinidad supo que San Juan Ixhuatepec, el pueblo al que llegó en 1958, tres años antes que Petróleos Mexicanos, ardía en llamas.

El carpintero ya había escuchado un estruendo y sintió retumbar la tierra, pero pensó que era un sismo. Por eso refugió a sus hijos, de entre 3 y 9 años, debajo de la mesa de madera que él mismo construyó.

A su esposa, la primera explosión en la planta de almacenamiento y distribución de Pemex la sorprendió en la fila del expendio de leche.

Trino escuchó una segunda explosión, más intensa, que rompió los cristales de una ventana; el fuego alcanzó las cortinas del cuarto que daba a la calle.

"¡Vámonos!", le dijo su esposa. Asustado, como pudo, el hombre apagó las llamas de la ropa de Victoria y tomó a sus hijos. Toda la familia salió de su casa. Sobre la calle encontraron un camión de redilas repleto de gente. Trino subió a sus tres hijos más pequeños para ponerlos a salvo, pero entre los gritos de quienes huían de la radiación y las llamas que caían por el rocío de gas líquido, perdió de vista a los dos mayores, Joel y Trino, de 9 y 8 años.

Él continuó a pie con su esposa, quien tenía heridas en las piernas, la espalda y el cuello y se desvaneció cuando apenas habían avanzado unos 15 metros desde su domicilio.

Un vecino que no sobrevivió al siniestro le ofreció a Trino encargarse de que su mujer saliera con vida del pueblo y le aconsejó que regresara a buscar a sus hijos Joel y Trino.

A la orilla del río de los Remedios -donde vio cómo algunos pobladores desesperados se arrojaban a las aguas negras-, Trinidad halló a su hijo de 8 años que deambulaba descalzo. Salieron juntos en un camión hacia un albergue instalado en Coacalco.

Horas más tarde volvieron a San Juan Ixhuatepec para buscar al hijo mayor. Pero ya no pudieron entrar, el Ejército había acordonado el área.

Trino encontró a sus tres hijos pequeños al día siguiente; al mayor, cinco días después, y a su esposa 10 días más tarde, internada en el hospital de la Raza, donde fue registrada con un nombre erróneo.

Con la cadena de explosiones de 1984, el carpintero perdió su empleo y su criadero de puercos que le serviría para terminar de construir su casa.

Victoria fue dada de alta hasta el 6 de enero de 1985. Acudió a rehabilitación por tres meses. Casi al final de sus terapias, recibió un millón 200 mil pesos de Pemex, pero la devaluación en el sexenio de De la Madrid, que alcanzó 1400 por ciento, prácticamente dejó en ceros la cuenta bancaria que había reservado para la educación de sus hijos.

"Ya viene con mala suerte", lamenta en el patio de su casa José Trinidad, de 68 años, con un cigarro en la mano, "cuando cambiaron eso de los bancos, a mi esposa ya no le llegó el aviso de su cuenta. Anduvimos viendo como cinco años, pero se hizo perdidiza".

El carpintero tuvo que volver a empezar en Cancún, adonde se mudó en 1985 para asegurar un empleo estable.

Volvió a San Juan Ixhuatepec 23 años después, en 2008. Tras ese lapso, testificó la permanencia de las gaseras y Pemex en el pueblo, cuya salida ha sido una demanda de vecinos y la promesa de algunos políticos. El miedo también permanece, pero por encima, precisa, están los dolorosos recuerdos.

Después del siniestro que dejó 503 muertos de manera oficial, de 2 mil a 4 mil heridos y decenas de miles de damnificados, Pemex instaló la Terminal de Almacenamiento y Distribución Satélite Norte, que comenzó a operar en abril de 1991, con una capacidad para contener 55 mil barriles de diesel, 80 mil 680 de gasolina magna y 13 mil 640 destinados a un producto fuera de especificación.

Las medidas de seguridad, señalan representantes de las empresas asentadas en la zona, son más estrictas. San Juan Ixhuatepec, sin embargo, continúa siendo un foco rojo para Protección Civil de Tlalnepantla, debido al material flamable que maneja Pemex.

Treinta años después de las explosiones que devastaron la zona, las huellas se pueden notar en los dos parques construidos, en la virgen de Guadalupe que los trabajadores de Pemex hallaron ese día en las hornacinas y colocaron en la parroquia del pueblo, así como en una cruz de 8.3 metros de altura recién construida por la comunidad católica del lugar en el parque Hidalgo -donde murieron alrededor de 200 familias- y en la piel y la mirada de las personas que vivieron la peor tragedia de Pemex en toda su historia, que permanece...

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