Unidad y dispersión

AutorMario Vargas Llosa

¿Qué significa sentirse latinoamericano? Tener conciencia de que las demarcaciones territoriales que dividen a nuestros países son artificiales, impuestas de manera arbitraria en los años coloniales y que los líderes de la emancipación y los gobiernos republicanos en vez de reparar, legitimaron y a veces agravaron, dividiendo y aislando sociedades en las que el denominador común era más profundo que las diferencias articulares. Esta balcanización de América Latina, a diferencia de lo que ocurrió en América del Norte, donde las 13 colonias se unieron y su unión disparó el despegue de Estados Unidos, ha sido uno de los factores conspicuos de nuestro subdesarrollo, pues estimuló los nacionalismos, las guerras y conflictos en que los países latinoamericanos se han desangrado, malgastando ingentes recursos que hubieran podido servir para su modernización y progreso. Sólo en el campo de la cultura la integración latinoamericana ha llegado a ser algo real, producto de la experiencia y la necesidad -todos quienes escriben, componen, pintan y realizan cualquier otra tarea creativa descubren que lo que los une es más importante que lo que los separa de los demás latinoamericanos-, en tanto que en otros dominios, la política la economía sobre todo, los intentos de unificar acciones gubernativas y mercados se han visto siempre frenados por los reflejos nacionalistas, muy enraizados en el continente: es la razón por la que todos los organismos concebidos para unir a la región nunca han prosperado.

Las fronteras nacionales no señalan las verdaderas diferencias que existen en América Latina. Ellas se dan en el seno de cada país y de manera transversal, englobando regiones y grupos de países. Hay una América Latina occidentalizada, que habla en español, portugués e inglés (en el Caribe y en Centroamérica) y es católica, protestante, atea o agnóstica, y una América Latina indígena, que, en países como México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, consta de millones de personas, y que conserva instituciones, prácticas y creencias de raíz prehispánica. Pero la América indígena no es homogénea, sino otro archipiélago y experimenta distintos niveles de modernización. En tanto que algunas lenguas y tradiciones son patrimonio de vastos conglomerados sociales, como el quechua y el aymara, otras, como las culturas amazónicas, sobreviven en comunidades pequeñas, a veces de apenas un puñado de familias.

El mestizaje, por fortuna, está muy extendido y tiende puentes...

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