Variaciones de una larga travesía

AutorCarmen González

Desde los áridos terrenos del Desierto de Atacama, hasta el Estrecho de Magallanes, pasando por sus mares poblados por una multiplicidad de especies, Chile tiene algo que ofrecer para todos los viajeros.

Una buena forma de recorrer su prolongada geografía es dividirla en tres grandes zonas: norte, centro y sur. Vale la pena comenzar de norte a sur, para ir sumando atractivos al paisaje del extremo septentrional chileno.

A LA ESTRELLA DEL NORTE

Santiago de Chile es la puerta de entrada para recorrer el país sudamericano. De ahí hay que tomar un vuelo a Calama, ciudad minera localizada a dos horas y 10 minutos de la capital por avión. Al llegar, se toma un autobús hasta el pueblo de San Pedro de Atacama, punto de partida para todas las excursiones que se realizan en estos desérticos terrenos.

El pueblo en sí es todo un atractivo turístico, habitado por gente de la región, así como del resto de Chile y europeos que han encontrado en los servicios, la artesanía o los restaurantes una manera de vida. La arteria principal del pueblo es la Calle Caracol, donde se suceden las tiendas de artesanías, joyería, textiles, restaurantes y pequeñas compañías que ofrecen renta de bicicletas y visitas guiadas a diversos puntos de los alrededores.

Un sitio accesible en bicicleta es el Valle de la Luna, que se ubica en el extremo norte de la Cordillera de la Sal, una de las tres que se pueden apreciar desde San Pedro de Atacama. Las otras dos son las de Domeyko y Los Andes.

Hace millones de años este lugar estuvo cubierto por agua. Lo que actualmente queda a la vista es el fondo de un lago que se secó debido a la acción del Sol. Durante 23 millones de años, vulcanismo, terremotos y fuerzas al interior de la Tierra han trabajado en esta área para crear paisajes que se antojan lunares, de ahí su nombre.

Otras paradas obligadas durante una estancia en este lugar son el Salar de Atacama, cuya blancura es comparable con la de un paisaje nevado, sólo que aquí todo es sal. Caminando por senderos salinos que crujen bajo los pies se llega a la Laguna Chaxa. Es casi una obligación llegar a este punto antes del atardecer, para presenciar el vuelo de cientos de flamencos rosados justo cuando el Sol se pone, y maravillarse ante los cambios de color del cielo que se reflejan en la laguna.

Otro espectáculo natural de asombrosa belleza es la salida de la Luna por detrás de la Cordillera de los Andes. No existen palabras para describir la imagen ni cámara que pueda captar...

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