Un viaje con Onetti

AutorMario Vargas Llosa

La primera novela de Juan Carlos Onetti, "El pozo", aparecida en 1939, cuando su autor tenía treinta años, es una novela despoblada, o, mejor dicho, poblada no tanto de personas reales como de fantasmas, seres recordados, inventados retocados por la imaginación. Su protagonista y narrador, Eladio Linacero, un fracasado, parece haber elegido la mediocridad en un acto de lucidez, para no corromperse, algo que, cree él, le ocurre a la mayoría de los seres humanos. Como no le interesa vivir, sueña. Su historia es, sobre todo, las historias que fantasea, la de Ana María, la chica a la que casi viola en la realidad y que, más tarde, en su imaginación, lo visita y se desnuda para él en una cabaña de una Alaska que viene de otra fantasía literaria: las novelas de Jack London. También están hechos de realidad y de sueño Ester, la puta de los marineros, y Lázaro, el militante comunista. A Eladio Linacero todo le importa un bledo, empezando por él mismo. Es cínico, escéptico, sin entusiasmos, un derrotado por la vida. Lo mantiene vivo fantasear y una sensualidad más soñada que ejercida.

Los críticos han señalado la curiosa semejanza de esta novela con las del existencialismo francés, "La náusea" de Sartre (1938) y "El extranjero" de Camus (1936), que Onetti sólo pudo conocer mucho después. Más que de influencias cabe hablar de coincidencias: Onetti es acaso el primer escritor latinoamericano que percibe y hace suya una orientación de la sensibilidad que, nacida en Francia y denominada en forma vaga y general "el existencialismo" -que no hay que identificar totalmente con la filosofía así llamada-, va a marcar a partir de los años cuarenta toda la cultura de la época. En "El pozo", como en las primeras novelas de Sartre y Camus, reinan el pesimismo, la soledad y aquella angustia que condena a sus personajes a convertirse en seres marginales, en entredicho existencial con el mundo, individualistas acérrimos y antisociales. Pero, a diferencia del Antoine Roquentin de "La náusea" o de Meursault, el antihéroe del "El extranjero", Eladio Linacero dispone de un recurso para soportar esa neurosis que lo incomunica con el resto de los seres humanos: la ficción, mundo que, a diferencia del real, puede modelarse a capricho del modelador.

Eladio Linacero tiene cuarenta años, edad, dice, en que todos deberían escribir su autobiografía. Es lo que él hace, aunque aquello que refiere no es un relato objetivo y anecdótico, sino "una historia del alma". Una de las...

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