Lo que los viajes me han enseñado sobre religión

AutorAlan Estrada

Hablar de religión es meterse en la arena movediza. Es un campo de batalla donde fácilmente se hieren susceptibilidades y donde nos aterra escuchar lo que otros tienen que decir. Antes de cualquier cosa debo aclarar que la intención de este post no va más allá de compartir mi propia búsqueda y lo que he encontrado en el camino. Aquí hablaré de mi experiencia, de lo que he aprendido a través de mis vivencias como viajero y todas mis anotaciones serán a título personal en el entendido que vivimos en un mundo en movimiento al igual que el pensamiento y las ideas.

Yo, como la mayoría de los mexicanos, crecí en una familia conservadora, donde la religión influye mucho más en el aspecto cultural y social que en el espiritual. Acudí a un colegio de hermanos Maristas 10 años de mi vida y además de matemáticas, física y química tenía materia de religión. Nadie me dio a escoger, desde pequeño me dijeron en qué creer sin darme más explicaciones que el temor al infierno. Comulgaba cada viernes primero y confesaba mis "pecados" a sacerdotes que sentía mis abuelos y me interrogaban con perversas preguntas.

Dentro de todo fue una época genial en mi vida. Nunca cuestioné mi fe y acudí a retiros espirituales donde estaban prohibidos los relojes -en esa época no había iPods ni esas cosas- y donde rompían figuras de Cristo culpándonos de su dolor por faltarle al respeto a nuestros padres. Me sabía la historia completa de Marcelino Champagnat y hasta en algún momento sentí la vocación de seminarista o hermano de la congregación aunque no duró mucho.

Un día tocaron a la puerta de casa de mis padres un grupo de Testigos de Jehová. Yo contesté el interfón y les pasé a mi madre para que hablaran con ella, pues yo no entendía exactamente qué querían. Mi madre les colgó y me dijo que nunca le abriera a esa gente, que eran personas que no creían en Dios y que su única intención era convencernos de pensar como ellos. Lo cual significaría irse directo a la casa del diablo, el hogar para todos los no creyentes.

Esas frases despertaron mi temor y curiosidad por igual. Fue la primera vez que supe que había en el mundo personas con otras creencias.

Varios años después visité la India en un viaje que me transformó la vida. Puede conocer templos hindúes, musulmanes, jainistas, budistas, cristianos, incluso hay un templo en Delhi dedicado a todas las religiones. En el transcurso del viaje me impactó ver cómo la gente le rezaba con fervor a un Dios con cara de elefante, cómo...

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