Visión Internacional/ Ilusiones de grandeza económica en las profundidades de Brasil

AutorLarry Rohter

MONTE DOURADO, Brasil.- Hace dos décadas, el multimillonario Daniel Ludwig hizo una apuesta audaz y arriesgada en este lugar. Después de comprar una extensión de la selva del Amazonas mayor que el estado de Connecticut, el magnate naviero gasto una parte importante de su fortuna en la construcción de un complejo agrícola, minero e industrial que, según sus planes, inevitablemente crecería y prosperaría como resultado del creciente apetito del mundo por productos como papel, aluminio, porcelana, arroz, carne de res y de cerdo.

En la actualidad, Jari Celulose, como se llama una versión bastante más modesta de ese proyecto, está en venta, disponible para quien haga una oferta... por un dólar. Más aún, los propietarios actuales, un consorcio brasileño que ha tenido un sólo año con utilidades desde que asumió el control de la empresa después de que Ludwig finalmente lo abandonó en 1982, quizá incluso ofrezcan una bonificación hasta de 20 millones de dólares al comprador que le quite de las manos esa empresa.

Hay, sin embargo, un cierto problema con este precio, que en realidad es simbólico: Jari se entregaría con una deuda de 354 millones de dólares, sus atractivas minas de bauxita y arcaila ya se han vendido en forma separada, y el proyecto requerirá de varios cientos de millones de dólares en inversiones nuevas, incluyendo 100 millones de dólares para construir una planta de energía eléctrica, si es que desea seguir elaborando celulosa de alta calidad, la fibra que se emplea para la manufactura de papel.

Como el mercado de China, la idea de que hay riquezas ilimitadas que se pueden extraer del Amazonas es uno de esos sueños que parece rehusarse a morir. Desde que los primeros exploradores españoles en el Nuevo Mundo sintieron el hechizo de la leyenda de El Dorado, innumerables aventureros han llegado aquí con la convicción de que pueden construir imperios en lugares como éste, sólo para enfrentarse súbitamente a uno de los ambientes naturales y de negocios más hostiles del planeta.

Jari podría ser un ejemplo típico de tales peligros, pero en realidad ha corrido con mejor suerte que la mayoría de los esfuerzos previos, como "Fordlandia", el fracasado intento de Henry Ford para cultivar plantas de hule unos 300 kilómetros al Suroeste de aquí. Más de 30 años después de que Ludwig compró 6 mil 301 millas cuadradas de selva inhóspita a cambio de 3 millones 100 mil dólares, el proyecto sigue siendo un negocio que funciona y aún es considerado el...

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