Al Volante con.../ Motivo de orgullo o de vergüenza

AutorEnrique Avila

Hace varios años, justo en un periodo de vacaciones, aprovechando que había adquirido recientemente un precioso GTi color negro 91, decidí hacer un viaje que tenía pendiente.

Para esas fechas había nacido una pequeñita de la familia, Any, una de mis queridas sobrinas, ella estaba en Puebla, así es que me moría de ganas de ir a conocerla, y también estaban apuntadas dos de mis hermanas.

El recorrido por carretera era más o menos pesado, en ese entonces tendríamos que recorrer de Monterrey a Puebla y viceversa.

El viaje de ida fue de lo más agradable, íbamos disfrutando los cambios de paisaje. Cada que podíamos y queríamos nos deteníamos en una tienda o algún pueblo para surtir las golosinas, alimentos y refrescos necesarios para seguir disfrutando nuestro camino. La música y buena plática no podían faltar.

Llegamos a nuestro destino y nos pasamos unos días a todo dar disfrutando de los familiares y de lo hermoso de la capital poblana, y ni qué decir de su gastronomía. Fueron unos días sensacionales.

Y es que quién de nosotros no disfruta sus vacaciones, sobre todo si el destino y la compañía son de primera.

Cuando están por terminar las vacaciones, nos hacemos a la idea de que ha llegado el fin y ahora lo que queremos es regresar lo más pronto posible a casa para tener oportunidad de descansar un poco, desempacar, arreglar la casa y preparar las cosas para comenzar con la rutina diaria al día siguiente. Eso pasó en esas vacaciones, lo que queríamos era llegar rápido y, por qué no, también tener un récord de tiempo de recorrido para presumir.

Efectivamente, pisar el acelerador fue la medida más fácil para lograr el objetivo. En apenas 9 horas habíamos podido llegar de un punto a otro, desde el centro de Puebla hasta el centro de Monterrey, incluyendo cruzar la Ciudad de México y transitar por la carretera que apenas estaba en obra en buena parte del trayecto con sólo un carril de ida y uno de venida.

La adrenalina fluía con gran intensidad, la velocidad se mantenía constante entre los 160 y 180 kilómetros por hora. Fue tanto el castigo para el vehículo, que antes de llegar a Saltillo la banda del alternador se reventó. Eso no detuvo la marcha acelerada, después de una breve valoración y determinar que esa banda no movía la bomba de agua, el camino reinició. Determiné que con la energía almacenada en la batería sería...

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