El año más violento

AutorJésica Zermeño Núñez

Una madrugada como cualquiera, la del jueves 10 de diciembre, cuatro cuerpos aparecieron destazados justo en la entrada de la escuela secundaria Raymundo Abarca Alarcón, en Chilpancingo, Guerrero.

La escena era dantesca. En el piso, tirados, había torsos humanos sin extremidades y sin genitales, cuatro pares de fémures, de brazos, de tibias y peronés. También cuatro cabezas sin orejas. Más allá, manos y pies. Muchos pedazos ni siquiera eran reconocibles, sólo denotaban ser partes humanas por los cortes, con la carne al rojo vivo y los huesos expuestos.

Junto a los restos humanos había un mensaje del Jefe de Jefes, supuestamente Arturo Beltrán Leyva, dirigido a sus enemigos: "vengan a recoger su puta basura".

Una llamada anónima reportó los cuerpos a las 5:40 horas. Las clases se suspendieron en la secundaria Raymundo Abarca y en las aledañas. Eso impidió que los estudiantes vieran en vivo lo que cualquier niño de otro país sólo vería en una película de terror, una escena más de la guerra por el control del territorio que ha tomado las calles de México, principalmente las de los niños chihuahuenses, sinaloenses, guerrerenses, duranguenses y michoacanos, cinco entidades que concentran 4 mil 197 de las 6 mil 110 ejecuciones durante 2009, según el conteo de Reforma.

Horas antes de que los restos de los cuatro sujetos fueran tirados en Chilpancingo, en Michoacán hubo tiroteos y granadazos. Para evitar la captura de uno de sus líderes, Servando Gómez Martínez, La Tuta, sicarios de La Familia atacaron a balazos un helicóptero Black Hawk de las Fuerzas Federales de Apoyo. Otra escena de Hollywood con las brechas de Apatzingán como escenario.

En terreno michoacano se dieron también siete ataques a hoteles y cuarteles de la Policía Federal en menos de 24 horas, desde Morelia hasta el puerto de Lázaro Cárdenas. Unos días después, más ataques con granadas tundieron el territorio duranguense. Los frentes de abierto desafío al gobierno federal se multiplican. La violencia no cede y ya van casi 14 mil muertos tan sólo en este sexenio.

A este drama el presidente Felipe Calderón decidió titularlo El año que vivimos en peligro, parafraseando el filme australiano de Peter Weir en el que un periodista (Mel Gibson) trata de describir Yakarta, un país acorralado entre la revolución comunista y la dictadura militar.

Pero, a diferencia de Yakarta, aquí no hay ni revolución comunista ni dictadura militar. Existe, en todo caso, un régimen en el que el crimen organizado impone sus reglas capítulo tras capítulo, atentado tras atentado, repliega al Estado mexicano y lo reduce a su mínima expresión.

Quizá por eso el Presidente se atrevió a decirle a los senadores panistas en una reunión privada el pasado 8 de diciembre: "Una cosa que hay que celebrar es que el año ya se va a acabar".

Sin embargo, el año no termina. Una semana después de esa reunión, el 16 de diciembre, Arturo Beltrán Leyva, el líder del Cártel de Sinaloa, fue ultimado junto con seis de sus escoltas en un aparatoso operativo, orquestado por la Secretaría de Marina, en el lujoso fraccionamiento Altitude en Cuernavaca, Morelos.

Las paredes del departamento de El Barbas, como también era conocido el capo, quedaron como queso gruyere tras la inédita operación, en la que participaron 400 marinos y militares.

Desde Dinamarca...

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