La península en rosa

AutorAnaline Cedillo

ENVIADA

CELESTÚN, Yucatán.- ¿Qué llevarías a una playa semidesierta, bañada por las aguas color verde esmeralda del Golfo de México?

Lo mismo da si son un par de libros, tu música favorita o buena compañía, lo infaltable son ganas de que el calor de Celestún abrase los pensamientos negativos y consuma por completo el estrés.

Pero antes de entregarse de lleno a los placeres de la suave y fina arena, en este destino yucateco hay que dejarse asombrar por la llegada de miles de flamencos rosados (Phoenicopterus ruber ruber) a la serena Reserva de la Biósfera Ría Celestún.

Las aves han hecho de este espacio, a menos de 100 kilómetros de Mérida, un refugio para reproducirse y alimentarse, ritual del que los operadores turísticos han sabido sacar provecho en los últimos años.

La mayoría de las lanchas de motor que llevan a los curiosos en busca de la mancha rosada del estero, parten del parador turístico Cultur, próximo al puente carretero que une el municipio de Celestún con el resto de la península de Yucatán.

La temporada de avistamiento es entre noviembre y mayo, pero, con la suerte de su lado, los viajeros logran encuentros en otros meses.

Conforme las embarcaciones se internan en la ría, por estrechos pasadizos formados por el manglar, los pasajeros se percatan cómo en algunas partes las raíces de estos árboles, sumergidas en el agua, la tiñen de varios tonos de amarillo y anaranjado, a veces hasta rojo profundo.

Es ahí donde se logran ver algunas aves: su plumaje reflejado en el gran espejo de la reserva, su emblemático cuello largo y sus patas tan delgadas y firmes, cuyas membranas son capaces de remover el fondo de los humedales.

El color rosa, explican los expertos, se debe al alimento que ingieren: moluscos, semillas, insectos, crustáceos y varios tipos de algas.

Tratando de invadir su espacio lo menos posible, algunas lanchas siguen su camino hacia el ojo de agua Baldiosera, donde brota agua dulce en medio del manglar.

PLAYA PARA TODOS

Cielos impecablemente azules se funden con el mar. Los rayos del sol que caen a plomo no son más que una invitación a sentarse debajo de una palapa y hundir los pies descalzos en la arena fresca, pedir una orden de tostadas de pulpo y esperar a que algún trovador playero se acerque con lo mejor de su repertorio para amenizar el momento.

Como destino turístico, hay que decir que el pueblito de Celestún no presume restaurantes o tiendas. La vida es sencilla. Para comer y comprar artesanías, los viajeros se...

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