Cuchara del Lector

Carta abierta a Raúl Plascencia

¿Ha escuchado Usted, leído o tal vez visto, en los medios, la situación que vive nuestro país desde que Usted fue designado presidente de la CNDH?

Entre diciembre del 2006 (cuando Usted era primer visitador de la CNDH) y julio del 2014 (cuando ya tenía casi cinco años como presidente de la comisión) fueron asesinadas 100 mil personas. El gobierno los calificó de delincuentes asesinados por delincuentes. También se reportaron desaparecidas 47 mil personas. La CNDH no hizo nada para evitar las muertes ni las desapariciones; para que se investigaran y se detuviera a los responsables; para que se respetara el derecho a la verdad de los familiares de esas víctimas. No investigó los patrones recurrentes que presentaban las desapariciones y los crímenes señalados. No investigó sus nombres, mucho menos quiso saber cuántos hijos quedaron desamparados. No investigó en cuántos casos hubo policías o fuerzas del orden involucradas. Cuando organismos nacionales e internacionales documentaron cientos de casos de desaparición forzada, la CNDH no solicitó información ni ayudó en las investigaciones. ¿Por qué?

Miles de personas han sido torturadas en México. Vivimos la pandemia de la tortura; es la forma normal de investigar de los policías. La prueba idónea para acreditar tortura es el Protocolo de Estambul (peritajes en fotografía, medicina y psiquiatría). El Protocolo debe aplicase inmediatamente después de que se padece la tortura; cuando las lesiones son visibles, puede evaluarse el daño, apreciarse el procedimiento seguido para cometerlas, certificarse y emitir recomendaciones contra la autoridad responsable e incluso denunciarse. Si pasa el tiempo, las lesiones físicas sanan y se complica certificarlas. Aplicar el Protocolo en tiempo implica enfrentarse con autoridades policíacas y fuerzas del orden. Ello requiere valor y coraje. La CNDH a veces deja pasar muchos meses después de recibir las quejas por tortura, antes de mandar practicar apenas la evaluación psiquiátrica a la víctima, cuando sus niveles de estrés, depresión y angustia ya son manipulables y pueden atribuirse a que está privada de su libertad y alejada de su familia y resolver que no son producto de tortura. Además, ya no hay lesiones a certificar. ¿La CNDH no protege torturadores, verdad?

Se han descubierto decenas de fosas clandestinas con más de mil cadáveres. No hay identificados, ni se tomaron muestras genéticas para elaborar bases de datos que...

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