Los 60 / El último día de Kennedy
Autor | Guadalupe Loaeza |
"Su padre se ha tenido que ir a cuidar a su hermano Patrick al cielo. Patrick estaba muy solito desde el año pasado que se murió. No conocía a nadie en el cielo y, por eso, papá tuvo que ir a cuidarlo. Ahora ya tiene al mejor amigo, ya no va a aburrirse. ¿Verdad que lo entienden?, ¿verdad que creen que su papá hizo bien?", les preguntaba Maude conteniendo las lágrimas. Al mismo tiempo, Estados Unidos estaba conmocionado, para los ciudadanos que veían la noticia por la televisión o la escuchaban por radio, no había ninguna explicación. Los estadounidenses no tenían una nana como Maud que les ayudara a tomar con calma la noticia.
El ataque a John F. Kennedy aconteció al mediodía, y a la una de la tarde ya se había declarado oficialmente muerto. Ese día, que amaneció triste y con lluvia, el Presidente de Estados Unidos daría un discurso en Dallas, Texas. Estaba a punto de iniciar una gira por todo el país y aún no estaban listos todos sus discursos, pero se cree que en su viaje se referiría a los logros de su política exterior; y también buscaba que sus compatriotas lo siguieran apoyando en sus nuevas medidas. En Dallas, iba a prometer un mayor crecimiento económico y a refrendar su compromiso de combatir el comunismo por todo el mundo. Cuando bajó del avión, se veía descansado, sonriente y muy confiado. No obstante, esa mañana, comentó a su esposa, Jackie: "Vamos a un territorio de chiflados".
La gente fue a esperarlo y a él le gustaba detenerse un poco a saludar. Kennedy fue recibido con música, gritos de alegría y gente que lo saludaba por todas las calles. Incluso, unos minutos antes de que cayera fulminado, la esposa del Gobernador de Texas expresó: "Mr. President, no va a negar que lo queremos en Dallas". En el discurso que pronunciaría minutos más tarde, figuraban frases como "No debemos pelear entre nosotros cuando el futuro de la nación está en juego. Pongámonos de pie con una renovada confianza en nuestra causa, unidos con nuestra herencia del pasado y con nuestras esperanzas en el futuro, decidamos que esta tierra que amamos conducirá a toda la humanidad hacia las nuevas fronteras de la paz y la abundancia". Sí, no cabe duda de que Kennedy estaba esperanzado. Necesitaba esa esperanza, porque si en un lugar se le tenían reticencias era en Texas. A sus habitantes no les parecía que luchara contra el comunismo, al contrario, les parecía demasiado amigo de los...
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