Lo acusan de guerrillero; se dice ecologista

AutorMarcela Turati

Para el Gobierno, Rodolfo Montiel es un campesino sospechoso de ser guerrillero, responsable de sembrar mariguana y de portar armas. Para los habitantes de la Sierra de Petatlán, es quien organizó a los campesinos para impedir que una de las compañías madereras más poderosas de Estados Unidos siguiera talando sus tierras en Guerrero.

El caso de este agricultor guerrerense y de su compadre Teodoro Cabrera, quienes desde el seis de mayo están encarcelados en el Cereso de Iguala y acusan a los militares de haberlos torturado y desaparecido por cinco días, según Amnistía Internacional es uno de los ejemplos más significativos a nivel mundial de represión contra ecologistas.

El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, que encabeza su defensa, considera que este es un caso inédito por tratarse de represión política contra ecologistas. Lo mismo piensan organizaciones internacionales que promueven su liberación y los postularon para recibir el Premio Anual que otorga la Fundación Goldman a defensores de la ecología.

El hombre de 44 años, a quienes los celadores identifican como "el campesino ecologista", llega a la capilla del penal, acompañado de Teodoro.

Sentado en el piso, platica en entrevista que desde que tiene memoria los caciques, el Gobierno del estado, empresas madereras nacionales y transnacionales han sacado madera de pino y encino. Que para él, la tala de árboles en Coyuca de Catalán y la Sierra de Petatlán no es ninguna novedad.

El problema comenzó en 1995. Ese año bajo los términos del TLC, el entonces Gobernador Rubén Figueroa Alcocer firmó con Boice Cascade un acuerdo en el que le otorgaba la concesión y el derecho exclusivo de compra y explotación de madera en los ejidos de la Costa Grande de Guerrero.

A partir de ese momento comenzó la tala más inmoderada que los campesinos del lugar recuerden.

"Antes tuvimos otros madereros, pero ninguno como la Boice que dejaba los bosques a rapa, se llevaba árboles viejos y jóvenes, terrenos que antes eran de ocotes los dejaba limpios de pura pastura, hizo que desaparecieran manantiales y todo tipo de animales", dice el hombre que cada vez que sonríe muestra los huecos que tiene en la descuidada dentadura.

"Llegaban de noche a talar y no les bastaba la madera del (Ejido) Rubén Figueroa, sacaban también de otros seis ejidos y se los llevaban pa'l otro lado".

El campesino que también vende ropa por los pueblos cercanos, dice que llegó un momento en que la transnacional comenzó a meterle...

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