Adolfo Aguilar Zinser/ El Presidente y el agua

AutorAdolfo Aguilar Zinser

En medio de la tolvanera política que nos envuelve, el discurso que pronunció el presidente Zedillo en ocasión del Día Mundial del Agua pasó prácticamente desapercibido. El desinterés de la opinión publica resulta lamentable. En contraste con su habitual tono optimista, Zedillo anticipó con realismo un porvenir difícil para el mundo y pavoroso para México. Afirmó que "hemos sobreexplotado las reservas de agua del planeta y hay regiones en las que el rápido descenso de los niveles freáticos, la desecación de lagos y lagunas, la desaparición de humedales, indican que hemos llegado a límites muy peligrosos". Reconoció que una de las regiones que podrían ser más castigadas por ese problema es México y, en un tenor más dramático, agregó que "uno de los mayores factores de riesgo de violencia, incluso de guerras, es la mala o inadecuada distribución del agua en el globo terráqueo".

El discurso de Zedillo es tan claro como el agua. Por ello es una lástima que el aparato de comunicación social del gobierno no le haya dado al mensaje la jerarquía que merece y que los medios no lo hayan trasmitido con la resonancia debida. Los pronósticos presidenciales conducen a una sola conclusión: el país vive una emergencia. Se trata de una crisis ambiental que atenta contra la viabilidad de nuestros asentamientos humanos y contra las capacidades productivas de nuestros territorios agrícolas. Un anuncio de esa magnitud debió hacerse de cara a la Nación, con la mayor difusión posible. En cambio, el estremecedor mensaje presidencial fue condenado a un escueto comunicado, a unas cuantas referencias de prensa y a fugaces segmentos en los medios electrónicos.

A pesar de su elocuencia, el diagnóstico del Presidente se quedó corto. No mencionó, por ejemplo, que el mapa de la sed se empata con la geografía de la desforestación, que la degradación de las cuencas hidráulicas es causa y consecuencia de la pérdida irremediable de suelo fértil y que buena parte del país está en proceso de desertificación, en vías de ser literalmente inhabitable. Las premoniciones presidenciales son ya un hecho comprobable en muchas regiones de México: los conflictos sociales por el control del agua se han vuelto moneda corriente en numerosos estados, los desastres hidráulicos -sequías o inundaciones- cobran cientos de víctimas con regularidad creciente. La violencia por la escasez del agua no es una distante amenaza futura; ya está aquí, es una realidad agobiante, cada vez más difícil de...

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