Adolfo Aguilar Zinser/ Vivir sin temor

AutorAdolfo Aguilar Zinser

Uno de los fenómenos más dramáticos y punzantes de la globalización es el aumento en el número de refugiados en el mundo. Desde 1951, fecha en que se instituyó el mandato del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), se ha dado un aumento exponencial de personas que solicitan refugio: víctimas de todas las formas de marginación y conflictos extremos que los obligan a abandonar sus hogares para salvar la vida. Son éstos, individuos pertenecientes a los grupos más vulnerables que no solamente son víctimas, sino instrumentos de conflictos nacionales que generan serios fenómenos de represión y desplazamientos.

A medio siglo de su fundación, el ACNUR acoge aproximadamente a 22 millones de personas, quienes, de acuerdo con la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, tienen un fundado temor de ser perseguidos a causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opinión política; y que al encontrarse fuera del país de su nacionalidad no pueden o no quieren, debido a ese temor, acogerse a la protección de su nación. Se ven, por tanto, sumidos en un infame sentimiento apátrida cuando sus países son incapaces de proteger sus derechos fundamentales o, incluso, los persiguen. Ante esta situación, el ACNUR procura que los refugiados reciban asilo en otro país y obtengan un estatuto favorable mediante la protección internacional y el principio de la prohibición de rechazo, en cuya virtud se prohíbe la expulsión o la repatriación por la fuerza. Para lograrlo, el ACNUR debe cerciorarse de que las personas que afirman ser refugiados justifiquen su pretensión y sean reconocidas como tales, a fin de que puedan ampararse en las normas de trato previstas en instrumentos jurídicos o en el derecho internacional, y vivir bajo las mismas condiciones que los nacionales del país donde se encuentran.

Aun cuando el año pasado 143 países del mundo renovaron su compromiso de protección a los refugiados y reafirmaron el importante papel de la Convención de 1951 para Refugiados como el pilar de este esfuerzo, la aparición de nuevos problemas, incluyendo los flujos masivos de población, el terrorismo, las crisis económicas y los conflictos armados, han motivado a muchos gobiernos y sociedades a rechazar a los refugiados por su cada vez más creciente número y porque, en muchas ocasiones, se confunden con los migrantes económicos, quienes, a diferencia de los refugiados, optan de forma consciente...

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