Adolfo Aguilar Zinser / Se pudo evitar

AutorAdolfo Aguilar Zinser

Los cristianos ocupamos la Semana Santa para descansar y olvidarnos de las penas y las dificultades de la vida cotidiana. Una de las cuestiones que quisiéramos olvidar durante estos días santos es la condición lamentable y vergonzosa de la política nacional. México es rehén de políticos cínicos que no piensan en el país sino en sí mismos. Políticos y demagogos que sólo tienen ambiciones y no escrúpulos, que carecen de compromiso con la ciudadanía a la que dicen representar y que sirven en cambio a sus patrocinadores y mecenas. Un milagro de cuaresma que a todos nos animaría sería regresar el lunes próximo a iniciar la semana de pascua con la noticia de que todos los desaforados pre-candidatos a la Presidencia de la República, de todos los partidos, modalidades y facciones, habían decidido renunciar a sus ambiciones personales y a sus candidaturas para dar paso a una gran cruzada nacional a favor de una genuina reforma del Estado. El milagro de la Semana Santa sería así que gracias a ese noble y generoso gesto de los aspirantes a la Presidencia, México haría un alto en el camino para buscar acuerdos y reescribir las reglas de la competencia electoral, incluido el control y la transparencia de los recursos destinados a las pre-campañas y a las campañas (las donaciones anónimas antes y durante la contienda son sinónimo de tratos ocultos y de complicidad), un alto para repensar la arquitectura del Estado, la división de poderes, la rendición de cuentas y la re-organización de los partidos, para dar nueva legitimidad a la representación política.

Nada invita a pensar que un milagro así podría ocurrir hoy en México. Por lo contrario, todo indica que la descomposición política y, con ella, el deterioro de muchos otros aspectos de la vida nacional habrán de ahondarse con pronósticos graves y reservados para el futuro de México.

Sin ánimo de arruinar el descanso ni malograr el festejo de la Semana Santa, dedico mi colaboración de esta semana, no a la deprimente política nacional, sino a recordar un hecho infinitamente más trágico y doloroso: el genocidio en Rwanda hace 10 años. Si bien se trata de un suceso muy ajeno y lejano a nosotros, no está de más reflexionar hoy sobre él. No sé cuántos de mis lectores sabrán -pienso que muy pocos- que esta semana se cumple el décimo aniversario del genocidio ocurrido en Rwanda, esa pequeñísima república africana, con un poco menos de 10 millones de habitantes, ubicada en la región de los grandes lagos y...

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