Adolfo Aguilar Zinser / La santa alianza

AutorAdolfo Aguilar Zinser

Dos hechos recientes muestran que nuestra incipiente democracia está atrapada en un perverso cerco de intereses políticos partidistas. Me refiero por una parte, al rechazo por el Senado de la República de una reforma constitucional que permitiría la reelección de los legisladores. Por la otra, a la reacción que ya tienen y que habrán de tener los partidos ante el proceso judicial de revisión de los estatutos del Partido Verde Ecologista de México y la decisión del Trife de exigirles nuevamente la modificación de sus estatutos para adecuarlos a los principios democráticos que marca la Constitución. Tenemos aún un régimen de partidos hecho a la medida del viejo orden autoritario. Los partidos que dominan y monopolizan la escena política nacional son criaturas del pasado. Fueron concebidos conforme a un modelo de partido cupular y burocrático. Se gobiernan por métodos antidemocráticos -unos más, otros menos- y están anclados en la vieja cultura presidencialista. Funcionan como estructuras paraestatales, que intentan mantener el monopolio del acceso a las vías de participación electoral y atan a su militancia a arreglos antidemocráticos que desvinculan al ciudadano de sus representantes. Nada tiene que ver esta forma de representación partidocrática con las aspiraciones de participación de la ciudadanía. Este régimen de partidos se autoperpetúa limitando la pluralidad y restringiendo el acceso de nuevas fuerzas, mediante candados legislativos que impiden y obstaculizan el registro de nuevos partidos, embudos generacionales y controles políticos corporativos. Más allá de las diferencias ideológicas y de la competencia entre ellos y al interior de sí mismos, nuestros partidos forman una santa alianza pactada en los hechos. Son un oligopolio político, que constituye un serio obstáculo para el ejercicio de las libertades civiles, para el avance democrático del país y una manera para la estabilidad política. Cuando se trata de sacar adelante reformas como la reelección, que romperían el vínculo que subordina a los representantes electos con las cúpulas y las burocracias partidistas y los aleja de la sociedad, los dueños de los partidos defienden sus obsoletos paradigmas y cierran el paso al cambio. Eso ocurrió la semana pasada en el Senado. Después de años de debate y cuando parecía existir un consenso, la reforma constitucional fue abiertamente rechazada por los priistas, con el apoyo de algunos legisladores del PRD y la pasividad cómplice de las...

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