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Adriana Fernández / Personalidad en peluche

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Vincent
AutorAdriana Fernández

Es innegable que los trastornos mentales siempre han sido materia interesante para una película. Desde la clásica Atrapado sin salida (Forman, 1975) hasta la extraordinaria El Club de la Pelea (Fincher, 1999) por mencionar algunas, el desequilibrio de la psique es, de menos, intrigante.

Nada como una mente perturbada para despertar la curiosidad.

Ahora bien; ¿qué pasa cuando que el actor que protagoniza una cinta de este tipo, se le cuestiona su sanidad mental en la vida real? Adivinaron: lo curioso se vuelve morboso.

Tal es el caso de Mi otro yo, la más reciente entrega de la actriz y directora Jodie Foster, protagonizada por el polémico Mel Gibson. Para los que no estén al tanto, el actor ha adquirido el título de villano favorito por sus exabruptos con la ley... y es que los violentos episodios en los que se ha visto envuelto Gibson han puesto en duda su estabilidad mental.

Y ese, justamente, es el problema que afecta a Walter Black (Gibson), un hombre que pareciera tenerlo todo: es el CEO de una importante fábrica de juguetes, tiene una bella esposa, Meredith (Jodie Foster, estupenda), y dos hijos.

Pero Walter sufre una enfermedad que hace que nada tenga sentido: está sumido en una depresión.

Después de ser echado de casa y de tener un rozón más bien cómico con la muerte, Walter descubre que puede salir adelante... y por su propia mano: accionando un títere en forma de castor -llamado ¡qué raro! "The Beaver"- quien asume el control de su vida, ante la mirada perpleja de su familia y sus empleados.

Perplejidad. Esta es justamente la reacción inicial que se tiene al presenciar esta película: ¿un drama de un hombre de mediana edad, "poseído" por un castor de peluche? No hay duda de que el guión del escritor de series de televisión, Kyle Killen, es original pero, ¿es creíble? Asombrosamente, lo es.

Por momentos pasamos de la sorpresa y la incredulidad a la compasión, la...

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