Adriana Fernández / Puro peso extra-pesado

AutorAdriana Fernández

Dentro de las películas, podríamos decir que existen dos categorías: hay las que empiezan como un relámpago, atrapando de inmediato nuestra atención e interés. Hay otras, en cambio, que son como una llovizna: suelen arrancar flojas y tenues, pero poco a poco nos van humedeciendo con su trama.

Este es el caso de Gigantes de acero: una cinta que nos exaspera con un inicio relativamente lento, lleno de lugares comunes, pero que progresivamente va adquiriendo ímpetu y emoción. O eso parece.

Año 2020, Estados Unidos. Charlie Kenton (Hugh Jackman) tiene un curioso negocio: posee robots de pelea. Resulta que en ese futuro cercano, el pugilismo humano ha sido sustituido por el box entre máquinas.

¿La razón? Es más emocionante, más rápido y más brutal. Pero Kenton es desorganizado y soberbio; queda en bancarrota y su robot más reciente, reducido a un montón de verdadera chatarra.

Más adelante, Kenton recibe una mala y una buena noticia: la mala es que tiene un hijo, Max (Dakota Goyo); la buena es éste le significa un cambio de fortuna gracias a la adinerada familia de su madre.

Así que, Kenton logra regresar al ring, pero con algunas pequeñas modificaciones: la presencia de Max y la de unos terribles mega-robots, que son prácticamente imposibles de derrotar.

De entrada, esta película de los estudios DreamWorks maneja un elemento interesante e inesperado: los robots boxeadores.

El problema es que la novedad es atemperada al retomarse un par de clichés que ya han sido explotados hasta el cansancio en el cine: el del papá irresponsable/hijo sensible y abandonado, y el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR