AGENDA CIUDADANA / Los generales en nuestro laberinto

AutorLorenzo Meyer

Hipótesis

Es posible argumentar que tras el fin de las rebeliones escobarista y cristera en 1929, ningún gobierno priista usó al Ejército de manera tan sistemática, intensa y prolongada como lo está haciendo el actual gobierno panista, que desde su inicio se decidió por el choque armado con el narcotráfico como la vía corta para su legitimación. Sin embargo, esto ha llevado, entre otras cosas, a hacer del fuero militar un tema políticamente candente, sobre todo ahora que una decisión de la Suprema Corte (SC) lo ha colocado en el centro de la mesa de la discusión nacional.

El fuero

"Son presiones de organizaciones internacionales que lo único que desean es el desprestigio de las Fuerzas Armadas y, por qué no, del Gobierno de México" (Reforma, 14 de julio). Esta reacción del general de división retirado Jorge González Betancourt a la decisión unánime de la SC permite suponer que al alto mando del Ejército no le hizo gracia la decisión de los ministros que obliga a todos los jueces a seguir los lineamientos de una decisión anterior de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). El meollo del asunto es simple: si en el desempeño de un servicio un militar viola los derechos humanos de un civil, al responsable no lo debe juzgar la autoridad militar sino la civil.

Las decisiones de la CIDH y de la SC de México sorprenden no por su contenido, que es absolutamente razonable, sino porque un ciudadano normal de un país también normal hubiera supuesto que esa disposición estaba vigente de mucho tiempo atrás: en nuestro caso, desde que entró en vigor la "Ley Juárez" de 1855, que supuestamente puso fin a los fueros militar y eclesiástico heredados de la época colonial.

Las decisiones de las dos cortes están ligadas al "Caso Radilla", es decir al esfuerzo de décadas de los familiares de Rosendo Radilla por esclarecer su desaparición en agosto de 1974, tras ser detenido por el Ejército en Atoyac de Álvarez, Guerrero, en el periodo de la "Guerra Sucia". Este caso reemerge justo cuando las Fuerzas Armadas han sido colocadas en el centro del escenario político y puestas en contacto sistemático y violento con civiles como resultado de la decisión de Felipe Calderón de hacer del ataque espectacular a las organizaciones de narcotraficantes, el corazón de su estrategia de popularidad política. Esta situación es particularmente importante y complicada tanto para los militares como para la relación presente y futura del Ejército con la sociedad.

La raíz...

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