AGENDA CIUDADANA / Tercera (y definitiva)

AutorLorenzo Meyer

CICLO

Treinta años le tomó a la Revolución Mexicana desmontar al Porfiriato y construir lo poco o mucho positivo que pudo, de 1910 a 1940. Un tiempo casi igual, de 1982 a 2013, le tomó a la derecha neoliberal desmontar ese poco o mucho positivo creado por los gobiernos de Madero al de Lázaro Cárdenas para dejar hoy al país a merced de la "mano invisible" del mercado o, mejor dicho, de las manos muy visibles de los pocos que manejan el mercado y la política.

Como si se quisiera dar la razón a los clásicos griegos que consideraban a la historia no como un proceso ascendente y de progreso sino uno cíclico, resulta que hoy el México de la oligarquía neoliberal es similar, en su esencia, al México de la oligarquía liberal porfirista.

LAS MUERTES DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

El movimiento que nació en 1910 como revuelta y que devino en revolución social dejó de existir definitivamente cuando se desnacionalizó la industria petrolera y se puso fin a la última gran idea revolucionaria y nacionalista que aún quedaba en pie. Ya antes habían desaparecido los signos vitales de las otras construcciones revolucionarias de corte progresista: la reforma agraria, el Estado activo más o menos comprometido con las clases populares, el empeño por sostener una independencia relativa frente a Estados Unidos, el freno a las aspiraciones políticas de la Iglesia Católica o el antiimperialismo.

EL CICLO VITAL

La Revolución Mexicana alcanzó su cenit un cuarto de siglo después del estallido inicial. Fue entre 1935 y 1938, y bajo el inesperado liderazgo del general Lázaro Cárdenas, cuando el nuevo régimen llevó lo más lejos que pudo su compromiso con campesinos y trabajadores: acabó con el latifundio, apoyó el esfuerzo de sindicalización, hizo de las organizaciones de masas la base social del régimen, expandió la educación pública, auxilió a la República Española y condenó las políticas agresivas de los países de El Eje. Y toda esa notable gama de políticas progresistas culminó en 1938 con la sorpresiva expropiación de las empresas petroleras extranjeras.

LA PRIMERA MUERTE

La última acción notable del cardenismo fue su renuencia a reelegirse o a convertirse en el poder detrás de "la silla del águila" pese a su control sobre las organizaciones de masas y sobre el partido de Estado. En contraste, el anticardenismo se lanzó a la ofensiva y, a partir de 1946, con Miguel Alemán como Presidente, se volvió la fuerza política dominante.

La llamada política de "unidad nacional"...

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