Agenda Ciudadana/ Buena para destruir, mala para reconstruir, la política

AutorLorenzo Meyer

Desproporcionado

La política no es el único campo de la actividad humana en que existe una natural falta de equilibrio o asimetría, pero es ahí donde se observan algunos de los efectos más desafortunados de una desproporción sistemática entre la relativa facilidad con que una decisión o acción puede echar por tierra equilibrios, debilitar instituciones o crear conflictos e ingobernabilidad, y lo difícil, incierta y lenta que suele ser para reparar daños, resolver de manera positiva contradicciones y, sobre todo, recuperar la gobernabilidad. En suma, una de las características del juego del poder ha sido, justamente, una desproporción entre sus capacidades negativas y positivas. ¿Un ejemplo dramático?: dado lo inestable del balance europeo del poder en 1914, la decisión de la sociedad secreta "Mano Negra" y del joven nacionalista serbio Gavrilo Princip de asesinar al archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austro-Hungría, desembocó en un abrir y cerrar de ojos en la Primera Guerra Mundial. Tras millones de muertos se dio forma a una paz imperfecta que, a su vez, llevó a una Segunda Guerra Mundial mucho más destructiva que la primera.

La experiencia mexicana también muestra la relativa rapidez con que ciertas decisiones, acciones y procesos propios de las relaciones de poder han destruido un orden existente -siempre un orden injusto, desde luego- y lo lento, difícil y deficiente que el nuevo poder político ha sido para rehacer la gobernabilidad y conducir al país a un estadio superior. Origen y resultado de esa peculiaridad del poder político, ha sido también la naturaleza de la clase política que lo ha ejercido; como conjunto, sus miembros han mostrado una tendencia sistemática al abuso y la ausencia de grandeza, a anteponer sus intereses personales y de facción a los de la colectividad. Por ello a nadie sorprende que las encuestas de opinión muestren que el público tiene en muy poca estima a los políticos y a la política.

En México, la experiencia actual o histórica con su clase política -desde los síndicos, presidentes municipales, gobernadores, hasta los legisladores, dirigentes de partido, magistrados, secretarios de Estado, alta burocracia y, desde luego, presidentes- muestra que en ese grupo dominan personalidades muy poco atractivas como seres humanos y que con frecuencia son un verdadero catálogo de patologías, como se ve con varios de los ex presidentes que aún viven. Y cuando de tarde en tarde surge un hombre público con un real sentido del deber, su tarea es generalmente saboteada por la acción negativa y la mediocridad del resto de los componentes de la estructura de poder.

Ejemplo I, el siglo XIX

Es verdad que para 1810 el viejo sistema de control desarrollado por la corona española en la Nueva España -y en casi todo su imperio americano- mostraba deficiencias y resquebrajaduras serias, y...

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