AGENDA CIUDADANA / La estabilidad del pasado nos pasa su factura

AutorLorenzo Meyer

HIPÓTESIS

Justo cuando la violencia de los narcotraficantes es un gran problema nacional, un juez deja en libertad antes de que cumpla su sentencia a uno de los máximos capos históricos. ¡Vaya señal!

La semilla de la violencia actual se sembró hace decenios. Esta hipótesis puede formularse así: la notable estabilidad política y social de la era priista -notable incluso a nivel mundial- estaba montada en una estructura de poder corrupta, de carácter autoritario y un presidencialismo sin contrapesos. La conspicua corrupción de la estructura institucional de entonces nunca fue considerada por sus creadores y beneficiarios como un problema a resolver. Al contrario, se vio y usó como un instrumento más de control: la zanahoria que acompañaba al garrote.

Cuando al inicio de este siglo el PRI perdió la Presidencia, se hizo dramáticamente evidente toda la debilidad que escondían los aparatos de seguridad y de justicia. Recuérdese que ya en 1985, la Presidencia tuvo que destruir a su policía política -la Dirección Federal de Seguridad- porque estaba corrompida hasta el tuétano. Los panistas responsables de la nueva etapa del proceso político -supuestamente ya democrático- ni quisieron ni pudieron combatir ese problema. El crimen organizado ligado al narcotráfico fue uno de los actores que mejor aprovechó el vacío político dejado por un autoritarismo declinante y un nuevo grupo gobernante pero sin proyecto, para consolidarse y expandirse. Al final, el resultado es lo que estamos viviendo: un Estado mexicano incapaz de derrotar a un crimen organizado que incluso le ha arrancado el control territorial en varios estados y que una y otra vez lo ha humillado.

Para resumir: como sociedad, los mexicanos de hoy estamos pagando en inseguridad y descomposición la notable estabilidad autoritaria del siglo pasado.

LA BRUTALIDAD COMO COTIDIANEIDAD

Cuando el PRI estaba en la cúspide de su control sobre México, el lector morboso que quería enterarse -regodearse- con detalles de algún crimen horrendo, tenía que recurrir a la prensa "especializada" en la nota roja. Hoy, y aunque no quiera, el lector de cualquier periódico se entera del baño de sangre y sadismo en que se ha convertido la cotidianeidad de nuestro país. Vivimos una perversa democratización de la nota y la realidad rojas.

En la actualidad, cuando la proporción de jóvenes entre 15 y 29 años es la mayor de nuestra historia -el 26.5% de la población-, resulta que la mayoría de ellos -el 56.4%- está más...

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