De ahora en adelante

Aunque son cada vez más los estudiantes que cursan estudios superiores, todavía son muy pocos en relación a las necesidades de nuestro país. México requiere de más profesionistas, con alto nivel académico, para hacer frente a los desafíos de un mundo globalizado.

La búsqueda de la excelencia en las instituciones de educación superior es fundamental para proporcionar a los estudiantes las armas con que deberán combatir para triunfar en el futuro.

Es precisamente en las aulas universitarias donde se gestan las personas que, más pronto de lo que parece, tendrán en sus manos el destino de México. La educación es la base de la riqueza de un país. Esta educación, que inicia en los hogares y se complementa en las aulas, es el único medio para formar personas íntegras, que son las que cuentan con los conocimientos y la calidad humana para desarrollar un trabajo verdaderamente profesional con el que se desarrollan personalmente y cooperan, con eficacia, al bien de su familia y de la sociedad a la que pertenecen.

El inicio de los estudios superiores coloca al estudiante en los umbrales de su plena madurez. Una vez tomada la decisión de qué y dónde estudiar, inicia un camino en el que han de sumarse el trabajo intenso, el estudio dedicado, el orden, la firme perseverancia y, quizás lo más importante, la plena conciencia de la misión que se tiene en la vida. Sin este último requisito, los estudios pueden convertirse en una pesada carga que, muy probablemente, conduzca a la deserción. La razón es simple: sin destino, es imposible marcar el rumbo. Si no avizoramos a dónde queremos llegar y qué hemos de hacer para lograrlo, el esfuerzo se diluirá fácilmente, dando paso a uno de los más temibles enemigos del estudiante: la desilusión.

Dar sentido a la vida

Para cursar con éxito una carrera profesional, es necesario estar permanentemente ilusionado en que cada esfuerzo, cada materia, cada curso, son una nueva oportunidad de escribir la propia historia. La juventud es, de hecho, una etapa ideal para consolidar la propia vocación, ese llamado específico y concreto gracias al cual identificamos el sentido de nuestra vida, el para qué estamos en el mundo.

Pero la ilusión no es almacenar sueños sin sentido; estar ilusionado es planear lo que queremos y amar el camino que nos llevará hasta esa meta, con sus dificultades y alegrías.

Cada curso es ocasión de plantear metas específicas y establecer los medios y acciones que nos permitan alcanzarlas.

De esta manera...

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