Alaska: El mito del vacío

AutorJuan Cavestany

Alaska, una impresión se impone sobre todas las demás cuando se deja de admirar por un momento la grandeza de sus espacios abiertos y se repara en su paisaje humano o ausencia del mismo. Es la sensación de que éste es un lugar de la tierra cuya colonización no ha hecho más que empezar. Un sitio donde perderse es una posibilidad real, cuando no una tentación. Un territorio cuya leyenda pesa más que sus verdaderos atractivos. Casi todo lo que puede verse en Alaska también se puede ver, en menor escala, en otros puntos de Estados Unidos o Canadá; sólo que aquí está el valor añadido del mito, que no es poco.

Alaska es parte oficial de Estados Unidos desde 1959; es decir, sólo lleva cuatro décadas en el mundo civilizado. Sigue siendo la última frontera, y esto no es un tópico sacado de un folleto turístico, sino un estado anímico casi palpable. Es el doble de grande que Texas, pero en Alaska sólo viven 500 mil personas, y la mitad en la ciudad más grande, Anchorage.

¿Qué hay en el resto? Un vacío a menudo acongojante que la incipiente presencia humana no consigue llenar. Una desolación que atrae como un imán, tal como lo describió y lo vivió Jack London.

Hay que ir a Alaska con buena cantidad de repelente de mosquitos, este ubicuo insecto es una plaga que se conoce como el "pájaro oficial" del estado y, si es posible, también hay que vacunarse contra la agorafobia. Sólo hay una autopista, la que viene de Canadá por el este, llamada Alaska Highway, y luego une Fairbanks con Anchorage, donde cambia de nombre a Parks Highway. Recorriéndola de principio a fin, tan sólo se conoce una décima parte de todo el territorio estatal. La construyó el ejército en los años de la posguerra, no para fomentar el turismo, sino como parte de una estrategia de defensa. Su cuneta se asoma a espacios vacíos que la naturaleza no creó a escala del hombre, como la cordillera Wrangell-St.Elias, que se extiende hasta el Yukón canadiense.

El robusto camión tipo pick-up, oxidado por el salitre y perforado por la grava, es el modo de transporte habitual en la región, junto con la avioneta de uso particular, lo que hace que existan casi tantos estacionamientos como aeródromos públicos.

De Fairbanks para arriba se puede seguir en coche, pero ya sin guía de viaje, a la aventura, por un paisaje cicatrizado por el frío similar a la estepa siberiana. El estrecho camino acaba en el parque nacional de las Puertas del Artico, a un tiro de piedra de Rusia, a través del estrecho de...

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