Albedrío

AutorChristopher Domínguez Michael

Nuestra literatura, como toda la cultura mexicana, es ramplonamente centralista. Y lo peor del centralismo es que contamina de ramplonería a su periferia. Una excepción como los Peregrinos de Aztlán, de Miguel Méndez, es digna de notarse. Es una novela estrictamente periférica y su situación desértica, su abandono entre dos culturas, hacen de ella un faro en ese otro desierto, el de nuestra ignorancia. Su desesperanza, para valerse del lugar común benjaminiano, es la esperanza de ser sitiados por los bárbaros, por literaturas mexicanas menores, dueñas de una lengua cuya ajenidad cuestione la tradición constituida.

Otro desierto, el de Coahuila, es el de Daniel Sada. Pero la ansiedad de Sada difiere de la de Méndez, pues su intención es seguir el itinerario de seres cuya naturaleza legendaria no incomoda al narrador, aquellos húngaros o gitanos que en Albedrío (1989) se presentan con la doble maestría de su creador: artesano de la palabra y crítico de la vida.

Daniel Sada es el más formalista de nuestros narradores. Como en sus dos libros previos -Lampa vida (1980) y Juguete de nadie y otras historias (1986)-, Albedrío es un texto construido sobre un rigor matemático y lingüístico cuya obsesión raya en lo increíble. Antes había trabajado su prosa con el endecasílabo y ahora se ocupa del octosílabo, deseoso de encabalgarse en la tradición del romance español.

El respeto creador por la palabra hace de la obra de Sada un caso de excepción. Pero a diferencia de otros "formalistas" (utilizando la palabra en evidente sentido peyorativo) su amor por la métrica no es un preciosismo hueco destinado a paliar la acedia con el éxito mundano, sino la decisión formal de contar historias mediante una...

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